Maira no quería perderse ninguna reunión de la iglesia, ningún discipulado, ningún evento. Un viernes, trajo a Angie, que entonces tenía nueve años. La iglesia fluyó mucho en hablar en lenguas durante el tiempo de alabanza de esa noche. ¡Angie no comprendía nada y salió asustada! “¡No, mami; no me vuelva a llevar! ¡Esa gente está loca!”
Pero su protesta no fue escuchada. Al contrario, Maira comenzó a traer a Angie, Faddy y Daritza a todas las reuniones. Con cada reunión, el enfado de Angie hacia su mamá aumentaba. ¿Por qué la hacía levantarse temprano los domingos? ¿Por qué no podían continuar viviendo como antes? ¿Por qué sólo su mamá, Faddy y Daritza parecían disfrutar la iglesia? Lo único que le atraía de la iglesia era que había música, ¡pero hasta allí!
Su mamá la impulsó a crecer en las artes escénicas. En la escuela estaba apuntada en canto, danza, declamación, poesía, actuación, modelaje, madrina, y reina de las flores. Ya fuera que cantara como solista o como corista, sentía que era libre para cantar lo que le diera la gana. Pero cuando sus compañeros supieron que estaba yendo a la iglesia, la vejaron. ¡Angie, en la iglesia te van a prohibir todas las cosas que te gusta hacer! ¡Ya no vas a poder cantar lo que cantás porque para la iglesia todo es "malo"!
Temiendo que sería el fin de su carrera artística, secretamente se propuso no ir a la iglesia. Pero su madre la obligaba a ir, y Angie no entendía por qué. Hasta que asistió a la presentación de Génesis a mediados del 2004. Era la primera vez que presenciaba una obra musical. ¡Quedó prendida! Había canto, baile, música, teatro, luces... Su resistencia se vino abajo.
Entonces, y sólo entonces, el enfado comenzó a desvanecesre. Pudo ver las necesidades insatisfechas de su propio corazón. Y surgió un hambre por más. Por conocer más. Por participar más. Era el principio del año 2005, cuando Angie tomó la primer decisión determinante de su vida: Seguir a Cristo.
El siguiente año escolar, por un milagro sobrenatural, sus padres lograron trasladar a Angie y Faddy a Sunshine. Una de las mayores emociones de Angie era que iba a poder participar en el musical de fin de año. En esa ocasión, Iona de Rodríguez fue la directora del musical titulado: David y Goliat. En el último acto, Angie apareció como una israelita. ¡Disfrutó cada instante!
En IPV hemos tenido diversos programas para formar adoradores. Angie recibió clases de Alabanza con la hermana Mirlen, y clases de guitarra con el papá de Mari. Le gustaba mucho acompañar a hermana Mirlen después de la clase, rumbo al templo donde Honda & Piedra se reunía a ensayar. Siempre le hacía muchas preguntas sobre alabanza y adoración, y hermana Mirlen se las respondía pacientemente.
Una tarde calurosa de sábado, a las cuatro, Angie se despedía de hermana Mirlen a la entrada del templo, donde yo esperaba.
- ¿Qué vas a hacer ahorita, Angie?
- Esperar a mi mamá para irnos a casa.
- ¿Tienes algo que hacer en casa?
- No que yo sepa.
- ¿Te gustaría quedarte en el ensayo de alabanza?
Sus ojos brillaron. Tras obtener permiso de su madre, se quedó para su primer ensayo de alabanza; ¡el primero de muchos por venir! Hasta ese momento, Angie había pensado que los ensayos se trataban de aprenderse canciones, pero se encontró con algo totalmente diferente. ¡Un entorno para facilitar la adoración que la dejó anhelando más!
A partir del día siguiente, los domingos cantaba en el coro de la iglesia; los viernes cantaba o tocaba guitarra. A veces hasta tocaba bajo. Y su trayecto continúa hasta hoy.
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También Jacobo Jiménez llegó a MUNA siendo un niño. También vino porque su madre - casualmente llamada Mayra - vino buscando a Cristo. (Jacobito es primo de Mari; sus respectivas madres son hermanas.) Y él mismo se encontró necesitando que Cristo lo librara de los grandes temores que lo atormentaban. Proclive a las películas de terror, se espantaba de todo. Creía mirar cosas donde no había nada. Corría a encender la luz del baño para asegurarse de que no hubiese algo en la regadera.
Tuvimos una temporada en IPV en que hacíamos reuniones de adoración, y cada noche le tocaba dirigir la alabanza a una familia diferente. Cuando le tocó a hermana Ninfa y su familia, se disponían a hacerlo sin baterista. No que hubiese algo malo con eso en sí, pero si el sobrino estaba en el camino del Señor y ya tocaba batería... Le dije a Jacobo que subiera a acompañar a su tía y primos.
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Roger lo tomó como asistente, enseñándole tareas básicas de mantenimiento del equipo de sonido. No creo que realmente haya necesitado un asistente, sino que era su manera de apoyar al pequeño que estaba creciendo sin figura paterna en casa. Pero la pasantía no duró mucho, porque Leo tenía interés en tocar guitarra, y a tocar guitarra aprendió - fastidiando a Mirlen hasta que le enseñó.
Entonces, un buen domingo, este trigueñito, flaquinillo y colocho, pidió pasar a cantar un canto especial. Sentado en medio del escenario, sólo se le miraban cabeza, brazos y piernas detrás de aquella guitarra que era más grande que él. Le acomodaron el micrófono, y comenzó a tocar, mientras cantaba: Quiero escuchar tu dulce voz...
Para cuando llegó al coro, en el templo apenas podían contenerse las lágrimas.
Y no podría estar ante Ti
Escuchándote hablar
Sin llorar como un niño
Y pasaría el tiempo así
Sin querer nada más
Nada más que escucharte hablar
No era la voz. No era la técnica. Era algo más profundo. Algo genuino.
Este mismo Leo creció en IPV y estudió en Sunshine. Formó parte de la banda del colegio y estaba dirigiendo Eres Fiel el día que me encontré postrado ante la presencia de Dios en aquel ensayo. No era lo bien que tocaban, o lo bien que sonaban. Era algo más.
Cada vez que venía un predicador invitado, llamaba a Leo para darle un mensaje personal de parte de Dios. Estuviera en la primera fila o en la última, los profetas lo señalaban y le daban una palabra. Como dirían en el pueblo: Tenia ángel.
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Más tarde ese mismo año, MUNA organizó un evento para jóvenes llamado ¡Despega! Hermana Emma me preguntó si preferiría participar como predicador o como líder de alabanza. Elegí el segundo, sin saber que esa elección sería muy determinante para mi futuro ministerial. Decidí también que lanzaríamos un disco con el mismo nombre del evento, con una participación activa de parte de los jóvenes.
Para entonces, ya tenía a los chicos escribiendo canciones, y ya cantábamos algunas de ellas en nuestras reuniones. ¡Despega! sería en efecto un disco de Honda & Piedra, pero incorporando a la nueva generación. Además de canciones escritas por mí, por Mari, y por el resto del equipo original de Honda & Piedra, grabamos Sólo a Ti, Señor y Tú Reinas (de Ana Raquel Henríquez), Te Amo, Señor (de Wendy Fonseca), y Alabad a Jehová (de Angie Ramírez). También tuve el honor de co-escribir ¡Despega! (con Manuel Martínez), Jesús, Hijo de Dios (con Andrew Delgado), y A Todos los Sedientos (escrita originalmente por mi hermana Rebecca Sosa, re-escrita por mí, y grabada por Sandra Josseline Flores).
Mi intención era que ¡Despega! fuese un álbum conceptual. Desarrollé la historia de un astronauta que sale a orbitar el planeta y regresa a Tierra, e inicié un equipo para crear animaciones de cada porción de la historia según las canciones. La intención era cubrir el disco completo durante los tiempos de alabanza del evento, proyectando las animaciones, con las cuales estaríamos sincronizados mediante pistas llamadas clicktrack.
El proyecto de animación resultó ser demasiado grande, nuestra experiencia muy escasa, y el tiempo muy corto. Pero el CD si salió y - más importante aún - los chicos despegaron.
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