En julio del 2005, Abbie y yo estábamos casados, con una hija a punto de cumplir cuatro años, y con un hijo por nacer. Nos encontramos en la asamblea de MUNA, de rodillas ante el Señor, y recibiendo de los Hermanos Rigo y Emma Sosa el ungimiento como Pastores de Iglesia Piedras Vivas. El ungimiento era la culminación de una trayectoria de formación por la cual - sin saberlo nosotros - nos había traído el Espíritu Santo.
Tan sólo cinco años antes, yo recibía mis discipulados con Hermano Rigo. Él comenzó a dejarme encargado de la clase cuando salía en misión. Pero después me encargaba la clase aun cuando él estaba presente. Mientras tanto, como parte de mis funciones en Comunicaciones, ayudaba a Hermana Emma a estructurar el sistema de discipulados y otros programas de la iglesia. Con el tiempo, nos asignaron a Abbie y a mí nuestros propios grupos de discipulado; primero grupos separados, luego un grupo que mentoreamos juntos. De allí pasamos a coordinar los discipulados de un sector de la ciudad, y eventualmente a supervisar todos los grupos de IPV. Retrospectivamente, parece obvio que estábamos siendo entrenados para el pastorado; pero en aquel entonces no lo imaginábamos.
Tras ser ungidos, nos pusimos de pie. El aceite que escurría de nuestras cabezas se mezclaba con lágrimas en las mejías. Antes de que llegáramos a nuestros asientos, recibimos el primer consejo de nuestro pastorado. Dijo el Apóstol Byron: "Si alguna vez alguien no reconociera la unción de Dios sobre ustedes, ¡disimúlenlo!".
Apenas comenzábamos a ajustarnos a nuestro nuevo cargo cuando nació nuestro segundo hijo. Mientras Abbie tomaba su "reposo" post-natal, yo lidiaba con los asuntos de oficina. Entrevisté a algunas familias para entender mejor su relación con la iglesia. Un hermano llegó a una cita sólo para anunciar que él y su familia dejarían la congregación. Otros se fueron sin avisar.
Abbie y yo logramos disimular.
Había mucho por aprender, y muchos errores por cometer. No siempre logramos lo primero sin lo segundo. El Señor, sabiendo que éramos inmaduros y que nuestros errores no eran nacidos de mala intención, nos rodeó con Su gracia y con personas más sabias que nosotros. Gracias a Él, sobrevivimos esa temporada - la congregación y nosotros.
Pronto quedaron establecidas las reuniones regulares de IPV - discipulados de adultos los martes; oración los miércoles; los viernes, reunión con énfasis pastoral y evangelísitico; los sábados, discipulado de niños, jóvenes, y algunos adultos. El domingo era la reunión general de MUNA, con un énfasis apostólico y profético. Los lunes reposábamos. Samir y Cynthia Anariba eran líderes de niños; Remo y Rosy Bardales, de jóvenes; Carlos y Maru Meléndez, de ancianos.
Quería comenzar a entrenar a la nueva generación de ministros de alabanza, pero, ¿por dónde iniciar? Pues, básicamente inscribí a todos los jóvenes de la iglesia - a su instrumento los que ya tocaban, y todos los demás al coro. Ahora sé que esa no es la manera como normalmente lo hace la mayoría de los pastores, pero mi lógica entonces era que, en el peor de los casos, tendría a alguien sin talento musical aprendiendo adoración, disciplina, y servicio. Pero en el mejor de los casos, descubriría talentos escondidos que difícilmente podría encontrar de otra manera.
Además de ensayar, ejercité a los jóvenes en algunos dones y en adoración profética. Hasta preparamos un par de sesiones de grabación donde los cantos eran totalmente espontáneos. Las grabaciones eventualmente se presentaron como "Espontáneo 1" y "Espontáneo 2", a pesar de que eran demasiado experimentales como para tener algún impacto comercial - aun dentro del circuito cerrado de MUNA.
Eventualmente tuve que pasar el primer tamiz. El nivel de compromiso era demasiado variado, y cada quien parecía ver la música de manera distinta. Reuní a todos los jóvenes y les expliqué las reglas del juego. Los que estuvieran dispuestos a seguirlas, serían bienvenidos sin importar su nivel de experiencia. Los que no estuvieran dispuestos, no serían juzgados, pero tendrían que retirarse.
Ahí estaba Martín. No tanto porque estuviera identificado con el pastorado mío y de Abbie, sino más bien por recomendación de Hermana Emma. Pero no le parecieron los términos y condiciones, y declinó. También su hermana Rosario acabó retirándose.
Por otro lado, Manuel estaba creciendo musicalmente, y había tenido un despertar espiritual. Inició, con sus amigos de colegio, una banda aparte de la banda oficial de Sunshine. Se reunían a ensayar mucho, y también oraban. Para efectos prácticos, Manuel los pastoreaba. Él decía que su motivación era ayudar a sus compañeros. Pero a mí me parecía que lo movía la culpa de antes haber sido una mala influencia para esos mismos muchachos. Nunca logramos congeniar nuestras versiones. El colegio terminó clausurando la banda paralela por razones administrativas. Pero para entonces, Manuel había descubierto el emprendedurismo musical. Llegaría a disfrutar mucho el hacer música. Sólo que no a mi manera.
Wendy fue una de las que se quedó para formar parte del equipo de alabanza. Pero pronto MUNA estableció a Remo y Rosy Bardales como Pastores de IPV en San Pedro Sula. Como líderes de jóvenes en La Lima, habían sido muy cercanos a Wendy, y el traslado la puso muy triste.
Mientras tanto, yo hacía mi mejor intento por disimularlo.
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