Los tamizajes no siempre son fáciles. Sobre todo cuando la gente siente que está siendo rechazada si no pasan el filtro. Al fin y al cabo, ¿no se supone que Dios nos acepta a todos?
¡Por supuesto que Dios nunca nos rechaza! Jesús aseguró: Al que a mí viene, no le echo fuera. (Juan 6:37) Pero también le aclaró a los candidatos cuánto cuesta seguirle, para que no vinieran con falsas expectativas. Además, sólo porque Él nos recibe tal y como somos, no significa que nos dejará así. El Señor está determinado a perfeccionarnos. Y sólo Él sabe qué ruta y qué mecanismos empleará para lograrlo.
Resulta que para Martín aquel tamizaje fue más costoso de lo que yo suponía. Su brazo se había recuperado, y después tuvo la opción de volver a la Victoriano. Pero prefirió concentrarse en sus estudios superiores en UNITEC, donde retomó la música como violista de la orquesta universitaria. Si la Victoriano había representado el mundo real, ésta era realidad aumentada. Día a día, se alejaba un poco más, y su relación con el Señor llegó a ser marginal. En ese punto le hicieron algunas invitaciones para tocar en la iglesia, pero las rechazó porque su consciencia no se lo permitía.
Quedaba algo de temor de Dios en Martín. Lo suficiente como para llevarlo a fastidiarse de su propia condición espiritual. Y decidió que esta vez sí quería enderezar su camino y servir al Señor en el ministerio de alabanza. Fue en ese momento que le llegó la invitación a la reunión para los candidatos del ministerio de alabanza de jóvenes de la iglesia.
Pero cuando oyó los requisitos - discipulado, oración, ensayos, y más - vio que no solamente no los cumplía, sino que sus compromisos universitarios no le permitirían cumplirlos en el futuro inmediato. Desanimado, se retiró y se entregó aún más a todo tipo de música venenosa. Con la recaída, su postrer estado vino a ser peor que el anterior.
Manuel, por otro lado, sí venía a la iglesia. Su hermana Mari era parte integral de Honda & Piedra. Su madre era nuestra asistente en la oficina de la iglesia. Me pareció que había que invertir en él. Y siendo que él era todavía un jovencito colegial, creí que podría asegurar mejores frutos.
Como había visto hacer a Hermana Emma - que invertía en equipo e instrumentos para que las personas trabajaran mejor - invertí en una grabadora digital ZOOM de ocho canales con secuenciador y quemadora de CD incorporados. Entrené a Manuel en el manejo de la ZOOM, y le comisioné la producción del siguiente disco de Honda & Piedra: Jesucristo es Rey.
Pero Manuel era mucho más ambicioso que aquellos que nos contentábamos con sólo un juguete nuevo. Él quería una guitarra eléctrica. La iglesia ya tenía una Yamaha Pacifica, y era él quien la usaba, pero él quería otra. Una que sintiera suya.
Me resultaba difícil entender su posición. Yo mismo había usado tantos instrumentos que Hermana Emma compró, cuidándolos como si fueran míos. Pero nunca necesité que fuesen MÍOS. En mi mente, siempre fueron del Señor y para el Señor. Le expliqué a Manuel que podríamos comprar una guitarra nueva, y que sería "suya" en tanto que él la usaría; pero que en realidad sería del Señor, puesto que sólo se usaría para ministrarle a Él - en el templo, en el estudio, o en el lugar de ensayo.
Manuel fue franco, y nunca ocultó el hecho de que en realidad no entendía mis términos. Quería servir al Señor con su habilidad musical, pero igual tenía la esperanza de recibir algún tipo de remuneración por su trabajo. Pensó que sería la guitarra, pero...
Igual, terminé llevándolo a la tienda de música para comprar una guitarra eléctrica. Escogió una Ibanez - una guitarra usada comúnmente en el tipo de rock metálico que yo jamás escuché, pero que a Manuel sí le había gustado en sus días más oscuros. Y eso explica por qué Jesucristo es Rey, el tercer disco oficial de Honda & Piedra, tiene un sonido tan metálico.
Con el nuevo grupo de alabanza más claramente definido, los jóvenes crecían delante del Señor y en su ministerio. Se daban algunos de los roces clásicos - ¡Me dejaron cantando sola! ¡Ésa no es la nota! ¡Si no ensayan en casa, nunca vamos a mejorar! - pero por lo general había buena camaradería entre ellos. Estaban ganando suficiente peso espiritual como para comenzar a incorporarlos a Honda & Piedra para las ministraciones de domingo. Y en la alabanza de los viernes, cuando los chicos llevaban mayor responsabilidad, estaban sonando cada vez mejor.
Me estaba sintiendo muy satisfecho conmigo mismo, y si algo aprendemos de la Parábola del Rico Insensato, es que es de necios sentirse muy satisfecho con uno mismo.
Un día en que llevé el carro a mantenimiento, recibí una llamada de Wendy. Estaba hecha un mar de llanto; tanto que no lograba entender lo que decía. Pero sí sabía que no era bueno.
Resulta que Wendy llevaba algún tiempo bregando con un círculo vicioso del que no lograba escapar. Su afición por la música y su deseo de encajar con sus compañeros de colegio la habían llevado a escuchar la música de moda. Y la moda de la temporada era la música emo.
El emo es un género musical que surgió en Washington como derivado del hardcore punk. Y aunque se originó a mediados de los años 80, pasaron unos veinte años antes de que se manifestara en nuestras tierras una propuesta hispana del género. Aunque el emo está catalogado dentro de un género pesado, rompe los esquemas al usar implementar líneas vocales mucho más melódicas con letras mucho más personales. Con este estilo, lleva su sonido a un espacio emocional más íntimo y a una más profunda experimentación de las sensaciones.
Muchos ven lo anterior como las virtudes que debería manifestar toda música. Pero cuando esas sensaciones van de la depresión a la rabia, y de la desesperanza al caos; y cuando están llevando a una adolescente a patrones perjudiciales que destruyen su autoestima, no podemos a buena conciencia catalogar al agente como virtuoso.
En realidad Wendy no entendía esto. Sólo sabía que algo no estaba bien. La oscuridad emocional en que caía la llevaba a condenarse a sí misma como enemiga de Dios. Entonces le pedía perdón al Señor, y todo estaba bien. Hasta que volvía a ser seducida por las canciones que expresaban lo pobre y desventurada de su existencia. Y el ciclo volvía a comenzar.
El día que me llamó, Wendy había llegado al límite. Estaba fatigada de la lucha; hastiada de pedir perdón y volver a caer. Llamaba para renunciar del ministerio de alabanza.
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