Wednesday, March 29, 2017

TALENTOS (parte 4)

Ana Raquel vivió sus primeros años con familiares. Tenía alrededor de siete años de edad cuando se mudó a vivir con sus papás, y ellos la trajeron a MUNA. Comenzó a congregarse en IPV y eventualmente se matriculó en Sunshine. Pero su transición del sistema educativo oficial al sistema bilingüe no sería fácil, así que hubo personas que la apoyaron con clases intensivas de inglés y reforzamientos académicos. (Yo, por mi parte, le he hablado sólo en inglés desde ese tiempo.)

Cuando estaba en quinto o sexto grado, Ana comenzó a participar en Talents. Pero sus partes no eran muy musicales. Muchas veces actuó como parte de "el pueblo". Y es que a Ana en realidad no le interesaba mucho la música. (Aún hoy, cuando la escucha, le da mayor importancia a la letra que al ritmo.) Fue casi accidental que saliera seleccionada de una ronda de reclutamiento para un grupo de alabanza de niños. La asignaron a ejecutar el bajo, pero como nunca llego a ejecutarlo bien, mejor la pusieron a cantar.

Ya en secundaria, los estudiantes tenían mayor libertad para elegir cómo querían involucrarse en Talents. Podían participar en actuación, coreografía o como parte del equipo logístico. Ana, considerándose una persona relativamente coordinada, eligió coreografía.

En cierta ocasión, hicimos un retiro con los chicos. No fuimos lejos. En la Zona Americana de La Lima, la familia Velásquez vivía en una casa grande en medio de una extensa área verde. Guié a los chicos en un ejercicio: Parados en una fila horizontal, comenzamos a cantar Salmos 20:7.
     Estos confían en carros,
     y aquellos en caballos;
     pero nosotros confiamos
     en el nombre del SEÑOR nuestro Dios.

Luego, cada uno tenía que aportar una frase para componer un canto en conjunto. Fue la primera vez que Ana sintió el gusanito de componer canciones. Nunca olvidaría ese momento. Y Ana crecería a convertirse en una de las mejores compositoras que he conocido.

Años más tarde, caminaba yo rumbo a mi oficina. Pero al pasar junto al templo, retardé mi paso. Adentro, alguien cantaba: Señor, eres fiel y tu misericordia eterna. Pero había algo más, y tuve que entrar a ver por mí mismo.

El equipo de alabanza de Sunshine estaba ensayando, y se sentía tremendo. Gente de toda lengua y nación, de generación a generación.

No era lo bien que tocaban, aunque estaban tocando bien. Tampoco era lo bien que sonaban, aunque estaban sonando bien. Era algo más. Te adoramos hoy. ¡Aleluya! ¡Aleluya!

Y antes de que pudiera identificarlo, me encontré envuelto por la presencia del Señor. No pude más que postrarme, rostro a tierra, delante del Todopoderoso. No era una campaña, ni un culto. Simplemente unos chicos adorando de corazón, y el Señor haciéndose presente.

¿Para qué más?

La mayoría de los jóvenes de ese equipo eran mis ovejas en IPV, donde también estaban siendo entrenados como ministros de alabanza. Pero nunca antes los había visto ministrar al Señor por sí solos. Sin mí.

Y fue maravilloso.

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