No hablo hebreo.
No hablo griego.
No hablo arameo, ni caldeo, ni ninguno de los idiomas en que se haya escrito la Biblia. Tampoco he tenido en mis manos los rollos del Mar Muerto, ni el original frente a mis ojos. El original. Tantos doctores de la ley hablan de EL ORIGINAL como si se tratase de un objeto que sólo ellos y sus compadres han visto. Y tantos de sus discípulos disputan sobre quién tiene en su colección personal la traducción más apegada al hebreo.
A veces me pregunto si olvidan que Dios no es hebreo. Ni griego. Ni arameo. Porque si nuestra salvación dependiese del dominio de esos idiomas, ¡estaríamos fritos!
Habemos quienes no somos escribas, pero que encontramos en las Escrituras una apreciada sombra que nos ayuda a conocer mejor a nuestro Señor, a quien amamos entrañablemente. ¿Qué hacemos cuando tenemos dudas sobre el significado de un vocablo, una frase, o un pasaje? Recursos hay.
Habiendo estudiado algunas publicaciones sobre alabanza y adoración, podríamos decir que ya manejaba yo lo básico requerido para dirigir un pequeño ministerio de alabanza. Pero el Espíritu Santo, mi curiosidad, y el deleite de aprender me guiaron a hacer algunos estudios propios.
Hay un libro monstruoso - de esos que infunden pesadillas a los lectores haraganes - llamado Concordancia Strong. Tiene 1,536 páginas y pesa casi cinco libras. No es una novela; es un libro de referencia. Es el tipo de libro al que puede acudir alguien como yo y buscar una palabra, como quien busca en un diccionario. Alguien como yo podría buscar, por ejemplo, la palabra ADORAR, y encontraría una lista de cada versículo bíblico que contiene la palabra ADORAR y sus derivados. ¡Es realmente formidable!
Y alguien como yo descubriría que la manera en que se usa ADORAR en la Biblia es muy diferente a la manera en que se usa en la vida cristiana del siglo XXI. Hoy, la gente dice ADORAR cuando está en un culto, cantando canciones lentas y profundamente emotivas. Pero puedo asegurarte que eso no era lo que Abraham tenía en mente cuando le dijo a sus siervos:
—Esperen aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a ustedes.
En definitiva, alguien como yo acabaría entendiendo que cuando la BIBLIA habla de adorar está hablando, en primera instancia, de postrarse. De rodillas, rostro al suelo, voluntariamente sometido ante el Dios Todopoderoso. En segundo lugar, se entiende como un postrarse del corazón. Una vida vivida metafóricamente de rodillas, rostro al suelo, voluntariamente sometida ante el Dios Todopoderoso.
En la Biblia, la adoración no es una actividad restringida a los cantores y músicos del ministerio de alabanza. Ni siquiera necesita música. Cuando Abraham dijo que iría con Isaac al monte a adorar, no estaba diciendo que irían con arpas y flautas a cantar canciones lentas y emotivas. Estaba diciendo que irían a postrarse ante el Señor. Levantarían un altar y ofrecerían un sacrificio.
Si entendemos eso, entonces podemos aceptar que la adoración es una actividad para todos. Y que cuando Jesús dijo que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, no estaba refiriéndose a los ministros de alabanza en sí, sino a todos los hijos de Dios.
Ahora, la iglesia evangélica tiene su cultura, y el ministerio de alabanza tiene su subcultura. Eso es comprensible. Si la congregación se dirige carnalmente, la cultura es carnal. Las cosas se hacen por esfuerzo humano - con "carros y caballos", para usar una figura bíblica. Pastorea el que fue al seminario teológico. Dirige la alabanza el que canta mejor. Toca teclado el que fue a la academia de música. Y el que aporta más finanzas tiene mayor acceso al liderazgo.
Pero cuando una congregación se dirige espiritualmente, la cultura es espiritual. El Espíritu Santo elige al liderazgo. Como cuando el Espíritu Santo dijo: “Apártenme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado” (Hechos 13:2). El Espíritu Santo dice qué se debe predicar a la iglesia. El Espíritu Santo guía en toda decisión y actividad, pues Él es Señor.
Posiblemente la mayor diferencia entre una congregación espiritual y una carnal radica en qué tanto escuchan al Espíritu Santo. Los que atienden fielmente Su voz, llevan mucho fruto. Los que menosprecian al Espíritu Santo, son infructíferos. Cuando el Rey David trajo el arca del pacto de Dios al Monte Sión, danzó frenéticamente delante del Señor. Su esposa Mical lo menospreció por hacerlo: —¡Cómo se ha cubierto de honra hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy ante los ojos de las criadas de sus servidores, como se descubriría sin decoro un cualquiera!
David pasó a la historia como el más grande rey de Israel, mas Mical no tuvo hijos hasta el día de su muerte.
Tengo la dicha de haber sido injertado en una congregación espiritual. Cuando yo me aparté en los noventas, MUNA siguió adorando. En cuanto a lo musical, el Espíritu Santo los llevó por mucho movimientos enriquecedores. La unción del vino. El cantar en lenguas. El cántico nuevo congregacional. Cuando regresé en el dos mil, vine a ser una rama más en la enramada que el Espíritu Santo estaba edificando.
Sí, tenía mucho que aprender, pero también tenía mucho que aportar. Pero éste es el misterio: Tenía mucho que aportar, no porque fuese músico, sino por ser un hijo de Dios. Todo el que entiende esto está más cerca de ser uno de los adoradores en Espíritu y en verdad que el Padre busca que le adoren.
Pero cuando comencé a compartir esta luz que estaba recibiendo, no fue de inmediato bien recibida por la subcultura de ministerio de alabanza. Para aquellos que edificaban carnalmente, parecía que yo estaba diciendo que lo que a ellos los hacía sentir especiales, en realidad lo podía hacer cualquiera.
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