Para el año escolar 2004-2005, volví a quedar involucrado con la producción de Talents for the Lord (Talentos para el Señor) de Sunshine. Tratando de aprender de mis errores del año anterior, esta vez propuse dos ideas revolucionarias.
La primera: TRABAJAR CON TIEMPO. Si uno planifica bien y comienza a trabajar desde temprano, evita fundirse al final de la carrera. ¡Por supuesto que todos lo sabemos! Pero implementarlo es algo que pocos logran. Yo no quería volver a perderme la presentación, así que dispuse trabajar con tiempo.
La segunda: TRABAJAR CON LOS TALENTOS DE LOS CHICOS. Si la presentación iba a ser un despliegue de las habilidades de los jóvenes, ¿por qué no entrenarlos mejor? ¿Por qué no enseñarles a usar nuevas herramientas? ¿Por qué no impulsarlos a desarrollar su creatividad? Pero más importante aún, ¿por qué no producir en torno a su obra creativa?
Esas dos ideas me llevaron a proponerle a Sunshine un programa extracurricular donde le enseñaría las bases de composición y producción musical a chicos que mostraran tener aptitud musical. Llamé el programa Jóvenes entrenados en Técnicas de Representación para el Omnipotente (JETRO) - no sé si en honor al suegro consejero de Moisés o a la fiebre de acrónimos del ejército estadounidense. (En cualquier caso, el nombre no pegó. Nadie se acuerda de él. Sólo lo menciono aquí para que no quede completamente en el limbo, y para recordar que muchas veces el Señor nos lleva por diversas permutaciones a lo largo del camino.)
Los productos auditivos que salían de JETRO sólo podrían ser descritos como "música" por una madre. O desde una perspectiva muy ecléctica. Eran ritmos asincopados. Trastiempados. Sin melodía, armonía, o cadencia. O, ¿quién sabe? Talvez eran simplemente vanguardistas.
Pero no era eso lo que me interesaba en realidad. Al fin y al cabo, yo tomaría todos esos fragmentos y los reorganizaría en forma de canciones más o menos coherentes. Lo importante es que al terminar, habría un grupo de chiquillos que, viendo la obra terminada, podría decir: Yo generé esa parte. Fui parte de esa canción.
Entre esos chiquillos estaba un tal Manuel Martínez, hermano menor de Mari. Naturalmente, compartía el pedigrí de su hermana. Pero Manuelito era el niño de la casa. Sus padres y sus hermanas lo alentaban en todo tipo de proyectos, de manera que estímulo y talento se nutrían mutuamente. Con JETRO tuve la oportunidad de enseñarle a Manuel algunos principios de producción musical. Más importante, pude ayudarle a navegar algunos problemas personales que enfrentaba en esos días. Así comenzó una colaboración que habría de producir diversos frutos en años subsiguientes.
De los pedacitos que salieron del laboratorio de JETRO, armé las canciones para la siguiente producción de fin de año de Sunshine: Éxodo. En vez de que las melodías de los personajes fuesen grabadas por los cantores de la iglesia, insistí en que los actores mismos grabaran las voces de sus personajes. La técnica podría no ser mejor, pero al menos habría congruencia entre el actor que se mirara y la voz que se oyera.
Y es que creo que Dios busca esa sinceridad. Cuando Él piensa en excelencia, no piensa en supremacía técnica; sino en amor. El amor es, en palabras del Apóstol Pablo, el camino más excelente. Da lo mejor de ti mismo para el Señor y para los demás. Ésa es verdadera excelencia.
Los experimentos de JETRO y Éxodo me presentaron con un necesario ajuste de foco. Formar una plataforma para levantar a los más chicos es como sembrar una semilla. Quizás no deje mucho que ver en esta temporada o la siguiente. Pero si eres paciente, esa semilla podría llegar a sorprenderte.
Quizás hasta puedas llegar a decir: Yo generé esa parte. Fui parte de esa canción.
Deep
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