7-9/08/12
Llegamos a la repostería de la Pastora Julissa de Paz en el centro de Yoro. Éste negocio - no un templo en sí - es su centro de operaciones. Ahí recibe al forastero, alimenta al hambriento y atiende al necesitado. Luego de recibirnos, alimentarnos y atendernos, nos llevó a su casa, donde nos hospedaríamos.
El seminario y los talleres se impartieron en las instalaciones de Ministerio La Cosecha. Entre los participantes había personas de notable ejercicio musical. Un pequeño niño que tocaba guitarra con un son que ninguno de nuestro equipo podía replicar. Una chica cantaba con una voz angelical que emergía dulcemente de entre su deteriorada dentadura. Y un par de abuelas y su sobrina armonizaban con la misma naturalidad con la que respiraban. Aunque el trasfondo de todos ellos era empírico, su técnica era nítida y al estilo propio de las regiones montañosas de nuestro país.
Con ellos escribimos Te Damos Gloria, Mi Anhelo y Mi Canción, y Gritando Con Júbilo. Algunas de las grabaciones que hicimos in situ quedaron tan bien que las incluiríamos en producciones futuras. También escribí una melodía en inglés, titulada Blue Skies que permanece escondida hasta el día de hoy.
Cuando llegamos al parque central, los muchachos encargados del sonido estaban en un pequeño aprieto. Habían instalado el equipo de sonido en dirección de la concurrencia ya presente, la cual se había acomodado donde había bancas. El sitio era descubierto, y había amenaza de lluvia. Además, la estatua de algún santo patronal se levantaba justo en medio de la zona, de manera que el altar al Dios invisible tomaría más bien el sentido de una coronación al patrono.
Pero a escasos metros había una zona columnada, tapada parcialmente con enredaderas naturales. Ubicamos los instrumentos eléctricos en los costados más protegidos y cercanos a la toma de energía. A los otros costados asignamos los instrumentos acústicos y micrófonos inalámbricos. Todos los que no estuvieran asignados a uno de los anteriores, nos ubicaríamos al centro. El posicionamiento de los parlantes no fue convencional, pues convergían hacia el centro, convirtiendo toda la zona en escenario. Pero apoyaba así la noción de que esto no era un concierto para un auditorio, sino que los asistentes nos uníamos para brindar un concierto al Señor.
Pequeños y grandes, expertos o novatos; todos participamos, rotándonos las funciones. Los altares de Yoro quedaron grabados en mi corazón como un maravilloso ejemplo de un pueblo unido en sencillez de corazón para adorar al Dios verdadero.
Fue en Yoro donde por primera vez recibimos una ofrenda para el proyecto de levantamiento de altares en Honduras. Que el Señor lo tenga en Su memoria, y bendiga Yoro.
Trujillo, Colón
2-4/11/12
En la ciudad costera de Trujillo fuimos recibidos por el Pastor Bruno Leoni; muy probablemente el pastor más caballeresco que jamás conocí. Alto y delgado, vestía pantalones oscuros y camisa de rayas finas. Portaba el bigote a-la-Pedro-Infante y lentes sobrios sobre ojos sabios. De modo mesurado y amable, parecía más el retrato de un banquero. El Pastor Bruno nos atendió muy finamente, alojándonos en un hotel y llevándonos a comer a un restaurante o a la cafetería de unos hermanos en la fe.
Dado que Trujillo queda algo retirado de La Lima, nuestra programa asumía que la primer actividad sería el altar de la primera noche. En mi experiencia, es mucho más fácil conocer a la gente primero en el contexto del seminario y talleres, pero en este caso no fue posible. La gente que llegó al parque esa primera noche, no sabía exactamente qué esperar. Pero logramos, por la gracia del Espíritu Santo, conectarnos y adorar juntos al Señor.
El día siguiente arrancamos con el seminario. Para nuestra grata sorpresa, algunos hermanos garífunas de Sangrelaya llegaron para acompañarnos. Durante los talleres vespertinos escribimos:
- Mi Alma Te Anhela
- Mi Rey, Mi Dios
- Digno, Digno Eres Tú
- Por Los Siglos de Los Siglos
La gente asumió que suspenderíamos el altar de esa noche y se quedó en casa. La noche nos encontró bajo un árbol del parque central - los principales pastores de Trujillo, unos garífunas, y unos limeños - adorando juntos al Señor de Salmos 65:9.
Visitas la tierra, y la riegas;
En gran manera la enriqueces;
Con el río de Dios, lleno de aguas,
Preparas el grano de ellos, cuando así la dispones.
Hay un instrumento de percusión llamado cajón. Es muy útil y versátil. Si observas el nuestro, notarás que tiene algunos parchos inflamados en los costados. Fue la lluvia de Trujillo.
La Esperanza, Intibucá
30/11/12 - 2/12/12
La Esperanza fue un ejercicio en singularidades. Nuestro anfitrión era oficialmente la Asociación de Pastores. A mi familia y a mí nos pagaron habitación en un hotel, pero el resto del equipo tuvo que instalarse en otro. El seminario y los talleres no se dieron en un templo, sino en las instalaciones de la municipalidad que consiguió el Pastor Carlos Madrid, a quien conocía por referencia de Hermana Emma. Curiosamente, él no tenía una congregación en el sentido tradicional, sino que reunía gente en los bajos de la municipalidad para lo que llamaba Escuelas de Milagros. No tenía templo. Ni siquiera vivía en La Esperanza, sino en Yamaranguila.
Fue la primera vez que tanta gente de IPV nos acompañaba - tantos que mejor alquilaron un busito. Pero el hecho de que hubiesen muchos misioneros no necesariamente se traduce en una multiplicación de tareas, sino que el mismo número de tareas se distribuye entre un número mayor de colaboradores. Más allá del punto de equilibrio, aparecen los tropiezos y la distracción.
Cuando hacemos talleres, no se trata en sí de escribir una canción. La dinámica es, más bien, orar con oídos atentos a "lo que el Espíritu dice a la iglesia". Si logramos discernir la voz de Dios para el espíritu de esa ciudad, y si podemos escribir una canción fiel a esa Palabra, entonces podremos enseñarle a la iglesia a cantarla, multiplicando así el potencial de impacto.
En mi experiencia, el proceso es más fácil a solas, pero es más dinámico con otra persona. El intercambio es más rico entre dos o tres. Pero cuatro suelen ya ser demasiados.
Aquellos talleres en las áreas verdes de la muni fueron, pues, extrañamente improductivos. Los encargados de dos de los grupos consideraron sus talleres infructuosos. Otro produjo una canción basada casi textualmente en el Cántico de Ana del primer libro de Samuel. Pero las líneas "Jehová mata, y él da vida; Él hace descender al Seol, y hace subir" no forman buen material para un himno congregacional. Finalmente, el taller que yo presidí tampoco concluyó, pues terminamos con sólo media canción acerca del profeta Eliseo. (Posteriormente - a solas - la transformaría en Dios de Esta Nación, basada en la escena del profeta Elías en el Monte Carmelo; pero sería casi dos años más tarde.)
Pero mientras nosotros luchábamos en el jardín, Abbie estaba impartiendo talleres de danza y banderas en el salón. Ésas actividades sí se benefician de un mayor número de personas, así que fueron de gran bendición; en especial para una pastora que había soñado con esa impartición.
En su buen deseo de recibirnos con lo mejor, los pastores contrataron un equipo de sonido excesivo para las actividades de la noche. Durante la tarde, la compañía de sonido instaló una barrera impresionante de enormes parlantes a ambos flancos del escenario. El sonidista, quizás acostumbrado ya a tanta potencia sonora, no se percató de que sus pruebas de volumen iban a dar directo a la iglesia católica a sus espaldas. No tardó mucho en salir el párroco a quejarse - y con razón, diría yo. Pero el sonidista no respondía a nadie más que a sus superiores, y siguió con lo suyo. Resulta ser que el párroco se quejó con el alcalde, y éste salió furioso a decirle al sonidista que si no le bajaba el volumen de inmediato, nos suspendería la actividad de la noche.
Al oeste de La Esperanza se encuentra "la gruta" - una pequeña caverna natural que ha sido convertida en altar de veneración en el culto católico. Bajando de la gruta por una escalinata, se llega al inicio de la calle que prácticamente divide las ciudades gemelas de La Esperanza e Intibucá, pasando por el cuartel general, el parque central, y la catedral.
Una de las noches, estábamos adorando al Señor en el parque cuando vimos pasar por la mencionada calle una procesión. Seguramente provenían de la gruta, cargando la imagen de María o alguno de los santos venerados en el catolicismo. Aunque el escenario mundial catalogue como cristianos a estos y aquellos, no pude evitar notar la gran diferencia: Unos empecinados en adorar a un Dios invisible, y otros en venerar una imagen.
La Esperanza es una de las ciudades más frías de Honduras, y ese mes de diciembre la temperatura llegó a ocho grados centígrados. Sin duda, la brisa en el parque hacía que se sintiera más frío aún. Con los dedos entumecidos, apenas podía tocar la guitarra. Pero adoramos al Señor. Simplemente porque Él es digno.
La mañana de ese domingo en que regresamos a casa, Hermana Emma se encontró con un culto raleado. Y cuando preguntó por qué no vino éste o aquél, la respuesta que encontró fue que andaban en La Esperanza con Adoremos. Así que llegamos a casa a encontrarnos con una nueva ordenanza: Con la excepción del equipo básico de Adoremos, nadie podía faltar a la reunión general de MUNA por andar en una de nuestras misiones.
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