Friday, August 11, 2017

18 ALTARES (parte 2)

En cuanto a la tarea de levantar un altar al Señor en cada cabecera de Honduras, sabía que las variables serían más abundantes que las constantes. ¿Quiénes irían en cada misión? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cuánto costaría?

Bien, cuando en un problema de álgebra hay muchas variables, lo primero es definir las constantes. Luego, en la medida de lo posible, se aislan las variables. De esa manera, las variables se vuelven más fáciles de resolver. ¿Cuáles eran las constantes aquí?

Que el Padre busca adoradores en espíritu y en verdad; Él quiere obediencia, no sacrificios.

Que Dios quiere que Honduras le adore; pero para que eso suceda, hay que enseñarle a Honduras a adorar a Dios.

Que para lograr eso, los adoradores tienen que multiplicarse. ¿Pero cómo?

Cuando el Espíritu Santo vino sobre los 120 discípulos en Pentecostés, todos comenzaron a hablar en otras lenguas. Hubo tal estruendo, que toda la ciudad se juntó afuera de la casa. Y cada uno escuchaba anunciar - en su propia lengua - las maravillas de Dios. Ahí nació el gran avivamiento del libro de los Hechos.

La clave está en que todos seamos llenos del Espíritu Santo y hablemos en Su nombre. El apóstol Pablo escribió: Si todos profetizan, y entra algún no creyente o indocto, por todos será convencido, por todos será examinado, y lo oculto de su corazón será revelado. Y de esta manera, postrándose sobre su rostro, adorará a Dios y declarará: “¡De veras, Dios está entre ustedes!”. (1 Co. 14:24-25)

Aparte de esas constantes, serían las variables las que le darían un sabor único a cada misión, y a cada altar. Aunque los jóvenes de Adoremos serían la parte más consistente del equipo, cada misión tendría diferentes integrantes. Cada ciudad sería distinta, y Dios manifestaría cada vez una faceta diferente de su multiforme gracia.

Comayagua, Comayagua
3-5/07/12
Nos tardamos en llegar a la iglesia anfitriona porque Leo - impaciente, rápido, y furioso - se cansó de ir en caravana. Adelantándose a la gasolinera Texaco que sería nuestro punto de reunión, falló en salirse de la autopista en la rampa indicada, y fue a parar a otra Texaco, de donde hubo que ir a traerlo.

El Pastor Servando Alcerro, presidente de la Asociación de Pastores de Comayagua, andaba fuera del país. Pero nos había dado su venia y bendición. Además de orar por Adoremos en Comayagua, había dejado a los Pastores Pavel y Lourdes Martínez encargados de atendernos. Y eso hicieron de maravilla.

Nos hospedaron en el La Posada de mi Viejo; un lindo hotel con piscina y desayuno continental. Por la noche, desde mi habitación oía a los chicos chapoteando en la piscina, divirtiéndose. Supongo que era un incentivo de parte del Señor para animar al equipo. Pero no nos dijo que en las demás ciudades no nos recibirían en hoteles tan bonitos.

Tomábamos los almuerzos en el área de restaurantes del centro comercial de la ciudad, donde una hermana en Cristo tenía un puesto. Las cenas nos eran llevadas donde estábamos. Los pastores de Comayagua cubrieron todos los gastos de nuestra alimentación.

Ahora, el entrenamiento se desarrolló durante las mañanas y tardes de tres días. Era tiempo suficiente para enseñar no sólo el fundamento bíblico, sino también técnicas creativas a través de talleres prácticos. En algún momento me encontré dirigiendo un taller de composición con cinco o seis adolescentes. Noté que eran un grupo relajero, pero que se volvían curiosamente solemnes cuando se trataba de orar o cantarle al Señor. Así que le eché un poco de pimienta a la canción que estábamos componiendo, acelerando el tempo y convirtiéndola en una fusión de rock, polka y judaica. Basada en Sofonías 3, el coro decía:
     Jehová está en medio de ti, poderoso;
     Él salvará, se gozará.
     Con alegría callará de amor;
     Con cánticos se regocijará.
Cantábamos el coro cada vez más rápido, hasta que se volvía un trabalenguas impronunciable. Los chicos, tratando de dominar la dicción, explotaban en risas. Ahora sí era una canción que reflejaba su espíritu. Y fue así como nació No Temas, Sión.

Llevábamos todo nuestro equipo de grabación en esos días. En la última tarde lo instalamos en el auditorio y grabamos todas las canciones que habíamos compuesto en los talleres. Además de grabar la música en ocho canales, tomábamos video para la posteridad.

La noche primera, el altar de adoración en el parque central fue un momento sublime. Todo el centro de Comayagua había recibido recientemente un tratamiento de restauración histórica. Como arquitecto, podía yo apreciar lo valioso del aporte. Y como usuario, debo decir que se sentía uno como si estuviese en otro país. El parque se sentía limpio y, de alguna manera, puro.

El pintoresco kiosko estaba frente a una plaza abierta, pero lo suficientemente cerca a la calle como para cargar los instrumentos desde los carros sin complicación. Ahí nos instalamos. No éramos muchos, así que cabíamos bien. Los cantores y músicos en el kiosko; las danzoras y los demás en la plaza abierta. Durante dos hora, simplemente adoramos al Señor.

Los hijos del Pastor Alcerro, viendo que no teníamos batería, ofrecieron la suya para la noche siguiente. Y para la última noche - cuando presentaríamos las canciones compuestas en los talleres - ofrecieron más equipo aún. Fueron de gran apoyo logístico y técnico, y Norman aún colabora con Adoremos hasta el día de hoy.

Esa última noche, los que habían participado en los talleres estaban temprano en el parque; nerviosos y expectantes porque presentarían sus canciones inéditas en público por vez primera. Los chicos de mi taller no me dejaban tranquilo: "¿Hoy vamos a cantarla, verdad Pastor?" "¿Dónde está mi micrófono, Pastor?" "¿Dónde voy yo, Pastor?" La emoción era incontenible.

Además de No Temas, Sión, esa noche debutamos Santo, Santo, Santo (de Leo García), Fiel y Verdadero (de Ana Raquel Henríquez), y Eres Mi Rey (de Mirlen Ramos). Mientras un equipo subía al kiosko, los demás adorábamos al Señor desde la plaza. A lo largo de la noche, subíamos y bajábamos; no según rango, experiencia, o antigüedad, sino según practicidad, utilidad, y - francamente - el deseo de diversión. Después de todo, si no podemos deleitarnos en la hermosura de la santidad de Dios, estamos haciendo mal el altar.

Jacobo se llevó el premio mayor cuando dejó de lado su característica timidez y comenzó a danzar delante del Señor. Cuando menos acordamos, Jacobo estaba guiando una larga fila estilo conga por toda la plaza. Jehová está en medio de ti, poderoso.

Los Pastores Alcerro ya habían regresado para esa noche, nuestra última en Comayagua. Nos convidaron a una cena especial de despedida en su casa. Al calor del hogar, nos repartieron obsequios y nos despidieron con bendición.

También nos dijeron lo que vendría a ser una frase demasiado conocida después de cada misión: ¡Qué lástima que no se involucraron los demás pastores! ¡De lo que se perdieron! Pero nosotros ya sabíamos que no se trataba de eso.

La Ceiba, Atlántida
10-12/07/12
La siguiente semana partimos para La Ceiba. Ahí, todo fue muy distinto.

Para empezar, no contamos con el apoyo de la asociación de pastores. Sólo estaba lista para participar Casa de Júbilo, la congregación de MUNA en La Ceiba. Sus pastores, Omar y Leidy Castellanos, estaban corriendo con los gastos de nuestra alimentación y hospedaje. Comimos las famosísimas baleadas de la línea y otras comidas caseras. (¡Ninguna queja ahí!) Las señoritas estaban hospedadas en casas particulares, y los varones en un apartamento alquilado. Eso en sí no era problema, pero las casas quedaban en un extremo de la ciudad, y el apartamento en el otro.

Después del altar, a las nueve de la noche, tendríamos que guardar el equipo, ir a cenar, ir a dejar a las chicas, e irnos al apartamento. Podrían ser las once de la noche antes de que nos acostáramos a dormir. La mañana siguiente, tendríamos que levantarnos muy temprano para ir a traer a las chicas y movernos a la iglesia - que quedaba en el vecindario del apartamento. Para mí, la complicación se agravaba por el hecho de que en esta misión me acompañaba Ian, mi hijo de seis años. Pero la dificultad logística no llegó a materializarse del todo, pues enfrentaríamos problemas mayores.

A la primera sesión de entrenamiento llegaron escasas personas, todas de Casa de Júbilo. De estas pocas, unas eran intercesoras y otras tenían problemas personales con la pastora. Basta decir que el entrenamiento no fue fluido.

Pero la verdadera prueba fue cuando llegamos al parque para levantar el altar de adoración. Durante la planificación, Pastora Leidy me había explicado que el parque estaba siendo remodelado, clausurado con una barrera de láminas de zinc. Pero la municipalidad había autorizado que nos instaláramos en una acera ancha al costado este. La acera era, técnicamente, parte del parque central de La Ceiba. Y yo había accedido.

Pero al instalarnos ahí, pegados a la barrera de láminas para dejar espacio a los transeúntes y a los que tomaban el taxi, vimos que la acera no era tan ancha. A tres metros, el tráfico de la Avenida San Isidro - una de las principales vías de La Ceiba - ahogaba el sonido de los instrumentos. Al otro lado de la calle, repicaban las campanas de la catedral, mientras los feligreses salían de misa. A su vez, otros muchos se hacían a la comedera o a la parranda. A menos que estuvieran amplificadas, nuestras voces no se oían.

Trataba de adorar al Señor, pero en medio del bullicio, me resultaba sumamente difícil. No podía más que preguntarme: ¿Es esto lo que el Señor espera? Porque no se parece a lo que sé que pidió. En esa acera, habiendo traído a este equipo de voluntarios - cada uno cubriendo sus propios gastos de transporte - y sabiendo que los Pastores Castellanos habían trabajado e invertido en los preparativos, tenía que tomar una decisión crucial. No me gustaba la idea de cancelar algo que ya estaba organizado. Pero odiaba la idea de seguir con algo sólo porque ya estaba organizado, sabiendo que no era lo que el Señor quería.

Mi consciencia no me lo permitiría de otra manera. Tendría que cancelar.

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