Ese fin de semana al pie de Pico Bonito terminó siendo un retiro para el equipo. Nos la pasamos orando entre la flora, componiendo en pequeños grupos, y grabando en la planta baja de la deteriorada casa que una vez fue parte de la infraestructura del piñal. Por mi parte, en lugar de ponerme a componer personalmente, esta vez hice lo que muchas veces Hermana Emma había hecho conmigo. A cada grupo le asigné un estilo musical y un tema o pasaje bíblico, y los solté a que oraran, leyeran y compusieran. Los chicos de Adoremos lideraban cada taller, mientras que yo sólo me paseaba de grupo en grupo, ayudando dónde me ocuparan. Así escribimos:
- Te Vengo a Celebrar
- Ayer, Hoy y Siempre
- Qué Buena Onda Es Mi Dios
- Precioso Emanuel
- Eres Maravilloso
- Arco Iris
- Yupi
Después de la segunda tarde en Pico Bonito no regresamos a dormir a La Ceiba, sino que nos venimos a casa. Pero sabíamos que tendríamos que volver a La Ceiba a levantar el altar que el Señor quería.
Santa Bárbara, Santa Bárbara
31/07/12 - 2/08/12
En vista de que habíamos sobrevivido una misión con un niño, a Santa Bárbara llevamos cinco. Por supuesto que es más complicado, pero si esperamos a que nuestros hijos sean adultos maduros antes de involucrarlos en misiones ministeriales, un futuro incierto aguarda.
Nos recibió el Pastor Saúl Medina, presidente de la asociación de pastores. No nos conocíamos antes, y al parecer tampoco teníamos amigos en común. Nos llevó a un templo de segunda planta donde aguardaba nuestro almuerzo. El resto de las comidas serían en un restaurante justo frente a nuestro hotel.
Dicho hotel era más bien un hospedaje, pero quedaba muy bien ubicado - a unas pocas cuadras del parque central. Inmediatamente después del garage para un carro, unas pocas gradas daban al lobby que cumplía doble función como pulpería. De ahí se subían unas escaleras empinadas, con cuidado de no golpearse la frente en el mal diseñado corte del entrepiso. Al final del estrecho pasillo, esquivando las unidades de aire acondicionado que enfrían las habitaciones a costa de calentar el pasillo, estaban nuestras habitaciones. Milagrosamente habían logrado meter dos camas matrimoniales y un catre unipersonal para mi familia, vestidas con sábanas descombinadas excepto por el hecho de que eran translúcidas de tanto uso y lavado. El baño no tenía ventana ni ventilación artificial; sólo una amplia apertura superior que comunicaba al dormitorio, como para hacer público cualquier olor y sonido.
No deja de ser incómoda la manera en que gestionamos estas visitas. Al menos para mí. Personalmente, preferiría pagar mi propia alimentación y hospedaje en el restaurante y hotel de mi elección. Pero no es la manera en que el Señor nos dijo que debíamos hacer esto. Nos envío a la antigua: El obrero es digno de su salario.
Considerando que Santa Bárbara no es una ciudad grande, y que las asociaciones de pastores no tienen presupuesto para recibir equipos misioneros que se auto-invitan, diría que no nos fue mal. Además, el café era insuperable.
La asistencia a las actividades diurnas fluctuaba de una hora a otra. Era como si la gente llegaba a medir de qué se trataba, pero sin compromiso. Un tecladista que quería clases avanzadas no tuvo la paciencia de esperar a que midiéramos el nivel de los más jóvenes para adecuar la clase, y prefirió marcharse. No obstante, logramos entrenar a algunos santabarbarenses, además de algunos de nuestra propia congregación que andaban en la misión pero que nunca antes habían recibido el seminario o lo talleres. Ahí compusimos:
- Sube, Oh, Pozo, Sube
- Cúbrenos
- Mi Adoración Eres Tú
- Vengo a Exaltarte
- Jesús, Salvador
Como no había alguien oficialmente encargado de atendernos, surgieron dos guías extraoficiales. El primero: Herminio Castro. Este hermano de más de sesenta años era originario de Puerto Rico, había vivido en Estados Unidos una buena parte de su vida, pero desde hace algún tiempo estaba en Santa Bárbara. (Nunca supe por qué.) Como buen boricua, era tremendo con las percusiones, y se divirtió de lo lindo con Synth Drum - un tambor electrónico fabricado por Roland que usa pergamino como cualquier tambor acústico, pero un módulo de sonido electrónico con el cual se selecciona entre diversos sonidos percusivos.
Luego estaba Yenny Hernández. A ella la había conocido unos años atrás, cuando el Señor me llevó a levantar un altar a Gualala, Santa Bárbara. Su padre fue el pastor que nos recibió allá, pero como había estado mal de salud, Yenny lo apoyó en atendernos. Aunque la iglesia estaba en Gualala, vivían en la cabecera. Para cuando fuimos a Santa Bárbara, la salud del Pastor Reynaldo se había deteriorado más aún, así que aprovechamos un momento libre para visitarlo y orar por él.
Hicimos altar de adoración por tres noches. Parte de los misioneros llegamos el primer día; la segunda parte llegaría el segundo día con el equipo de sonido. Así que el altar de la primera noche fue a puras voces, guitarras y panderos. Y eso resultó perfectamente bien para el buen número de ancianos y niños que llegaron esa noche. Nos la pasamos cantando cadenas de coritos e himnos antiguos, algunos de los cuales yo nunca había escuchado antes. Fue un lindo tiempo de comunión entre hermanos en el modesto kiosko del parque central.
Para las dos noches siguientes, ya contábamos con nuestro equipo de sonido, y nos ubicamos en otra parte del parque, donde había una plaza abierta frente a una área techada con tomacorrientes. Con el paso de cada noche contamos progresivamente con más fieles. Terminamos adorando juntos al Señor en medio de cantos y danzas, y oraciones por Honduras dirigidas por los pastores de la ciudad.
No comments:
Post a Comment