Choluteca, Choluteca
12-14/12/13
Salimos de La Lima el miércoles 11 de diciembre a las 8:26 de la mañana. Un café en Siguatepeque, una llanta ponchada en Zambrano y un almuerzo capitalino más tarde, el primer equipo llegaba a Choluteca. Un segundo y un tercer grupo se agregarían los siguientes dos días.
Con mucha anticipación había deseado finalmente venir a Choluteca. Para empezar, era la tierra de mi madre y de sus antepasados. Mi abuela y mis tíos aún viven ahí. Pero había otra razón también. Algo entre el Señor y yo. Años atrás, en mis años de descarrío, había venido con mi banda de rock a tocar al festival ganadero de Choluteca. Ahora esperaba redimirme.
La tierra nos recibió con un clima agradable y fresco. (Sí, seguimos hablando de Choluteca, donde hace tanto calor que hay quienes dicen haber visto al diablo comprando granizados en el parque.) Pero Adoremos en Choluteca no llegó sin complicaciones.
Los pastores de la ciudad estaban divididos en tres bandos, pero la parte correspondiente a la asociación había decidido apoyar. Cada pastor se haría cargo de hospedar y alimentar a unos cuantos de nuestro equipo y asignaron a un pastor para coordinarlo todo. Lamentablemente, no le dieron al coordinador ni mucha información, ni mucha autoridad. Así terminamos dispersos entre casas y hoteles diversos por toda la ciudad. Y las atenciones variaban desde “¿Quiere otra carnita, mi hermano?” hasta “A mí no me han dicho nada de que ustedes iban a comer aquí”. Amy y Katlyn vinieron como parte del equipo, y a las pobres les tocó como anfitriona una esposa de pastor tan sujeta que se rehusó a pasarlas a su habitación hasta que su esposo llegara del culto. ¡Y ellas sin saber hablar español!
Con mucha anticipación había deseado finalmente venir a Choluteca. Para empezar, era la tierra de mi madre y de sus antepasados. Mi abuela y mis tíos aún viven ahí. Pero había otra razón también. Algo entre el Señor y yo. Años atrás, en mis años de descarrío, había venido con mi banda de rock a tocar al festival ganadero de Choluteca. Ahora esperaba redimirme.
La tierra nos recibió con un clima agradable y fresco. (Sí, seguimos hablando de Choluteca, donde hace tanto calor que hay quienes dicen haber visto al diablo comprando granizados en el parque.) Pero Adoremos en Choluteca no llegó sin complicaciones.
Los pastores de la ciudad estaban divididos en tres bandos, pero la parte correspondiente a la asociación había decidido apoyar. Cada pastor se haría cargo de hospedar y alimentar a unos cuantos de nuestro equipo y asignaron a un pastor para coordinarlo todo. Lamentablemente, no le dieron al coordinador ni mucha información, ni mucha autoridad. Así terminamos dispersos entre casas y hoteles diversos por toda la ciudad. Y las atenciones variaban desde “¿Quiere otra carnita, mi hermano?” hasta “A mí no me han dicho nada de que ustedes iban a comer aquí”. Amy y Katlyn vinieron como parte del equipo, y a las pobres les tocó como anfitriona una esposa de pastor tan sujeta que se rehusó a pasarlas a su habitación hasta que su esposo llegara del culto. ¡Y ellas sin saber hablar español!
Era el estreno misionero de Martín y Emily. Como sorpresa de bienvenida, Martín se enfermó fuerte y repentinamente durante la madrugada. Alojados “un poquito cerca de la requinta porra” (palabras de Martín, no mías), no les quedó más remedio que prevalecer en oración. Para cuando nos reencontramos por la mañana en el lugar del seminario, ya había pasado.
La asistencia al seminario fue buena. Según recuerdo, fue la ciudad con mayor número de iglesias representadas. En los talleres escribimos Eres el Rey, Con Amor Eterno, Cantemos Alegres, Muéstranos, y Perpetuo Gozo.
El ambiente espiritual estaba revuelto. La feria patronal se resistía a terminar, y las celebraciones del solsticio de invierno ya hacían ruido. Para nuestra primera noche de altar, la municipalidad había cedido dos permisos simultáneos: el nuestro y el de un concierto en memoria del recientemente fallecido párroco local. Logré arreglar con los sonidistas del otro evento que adelantaríamos nuestro altar una hora si durante ese tiempo ellos dejaban de hacer pruebas de sonido. ¡Y qué bueno que aceptaron, porque sus gigantescos parlantes podrían haber ahogado nuestras humildes bocinas! Igual, la misa se estaba desarrollando durante la hora en mención, y aún nosotros tuvimos que guardar relativo silencio. ¡Menos mal que para adorar al Todopoderoso Dios no necesitamos ruido!
La dispersión y los desafíos nos obligaron a estar más pendientes unos de otros. Como resultado, los integrantes del equipo nos unimos más y nos conocimos mejor. Además, estábamos seguros de que fue el Señor quien pidió todo aquello. Trabajábamos arduamente con la esperanza de que Él esté complacido cuando regrese.
Nacaome, Valle
16-17/12/13
Conozco al Pastor Melvin García desde que era simplemente Melvin, un joven líder de alabanza de Ministerio Tsebaoth de Tegucigalpa. Ahora, él y su esposa Beatriz eran los pastores de Tsebaoth en Nacaome. Contactarlo había sido el primer paso cuando preparaba Adoremos en Nacaome. Después de que talvez podrían recibirnos, luego que no podrían por un compromiso con sus superiores, finalmente sí se pudo arreglar.
Al llegar a Nacaome, sentimos el corazón deseoso con el que nos estaban esperando. Ese simple detalle marca la diferencia entre sentirse libre para fluir en la obra de Dios y tener que nadar contra corriente. Los Pastores García no sólo habían movido su compromiso previo sino que habían visto nuestra llegada como una bendición digna de esperar con ayunos y oraciones. Dos hermanos de su congregación cedieron su casa por completo para alojar miembros de nuestro equipo, y los pastores dispusieron sus instalaciones para el desarrollo del seminario y talleres. Por si fuera poco, nos alimentaron, nos dieron café y nos hicieron un pastel.
Cuando los pastores apoyan nuestros entrenamientos, generalmente lo hacen enviando su gente. (Pero ellos no llegan.) Los García estuvieron siempre presentes, a pesar de que Pastor Melvin se sentía muy mal de salud. Cuando los anfitriones de un evento de adoración son en sí mismos adoradores, la diferencia se hace notar.
Los hermanos de Tsebaoth fueron los únicos que sembraron para nuestra llegada a Nacaome. Por eso fueron los grandes cosechadores. El Señor tenía su mirada puesta en un precioso ramillete de muchachitas danzarinas. El día que íbamos a componer canciones, amanecí con una inquietud divina: ¿Cómo podemos, como cantores y músicos, ayudar al pueblo del Señor a alabarle con danza? De esa pregunta nacieron tres canciones: Dios de la Creación, Hacedor de Maravillas, y Levántate, Anda - con influencias de tex-mex, ballenato, y música de danza irlandesa, respectivamente.
Los altares en el parque fueron caracterizados por júbilo, danza, y la libertad del Espíritu Santo. Además de las tres canciones nuevas, tocamos todas las canciones de danza evangélica habidas. ¡Oh, cuanto me gocé viendo al pueblo de Dios danzando en la plaza pública cuando por primera vez oyeron El Más Chusma - un canción que el Espíritu me llevó a escribir a manera de redimir el estilo de la canción de borrachera irlandesa. El coro dice:
Jesús comió conmigo y lo llamaron glotón
Jesús bebió conmigo y lo llamaron bebedor
Amigo de la chusma y de todo pecador
Si eso es ser su amigo, el más chusma soy yo
Al cerrar el altar de la última noche, el Pastor Melvin hizo señas para que nuestro equipo se acercara. Andaba bien abrigado, porque aún estaba enfermo. "Quiero decirles algo...", dijo solemnemente. Hizo una pausa, como para alcanzar a respirar mejor. "Quiero que sepan..." Otra pausa. Quería decirnos algo importante - un agradecimiento o una bendición, sin duda - pero lo traicionaban los síntomas de su cuerpo. "Pueden estar seguros... de que... ¡el más chusma SOY YO!"
Los altares en el parque fueron caracterizados por júbilo, danza, y la libertad del Espíritu Santo. Además de las tres canciones nuevas, tocamos todas las canciones de danza evangélica habidas. ¡Oh, cuanto me gocé viendo al pueblo de Dios danzando en la plaza pública cuando por primera vez oyeron El Más Chusma - un canción que el Espíritu me llevó a escribir a manera de redimir el estilo de la canción de borrachera irlandesa. El coro dice:
Jesús comió conmigo y lo llamaron glotón
Jesús bebió conmigo y lo llamaron bebedor
Amigo de la chusma y de todo pecador
Si eso es ser su amigo, el más chusma soy yo
Al cerrar el altar de la última noche, el Pastor Melvin hizo señas para que nuestro equipo se acercara. Andaba bien abrigado, porque aún estaba enfermo. "Quiero decirles algo...", dijo solemnemente. Hizo una pausa, como para alcanzar a respirar mejor. "Quiero que sepan..." Otra pausa. Quería decirnos algo importante - un agradecimiento o una bendición, sin duda - pero lo traicionaban los síntomas de su cuerpo. "Pueden estar seguros... de que... ¡el más chusma SOY YO!"
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Jacobo Jiménez fue nuestro baterista durante varios años. La promesa de su residencia americana había estado colgando por tanto tiempo que no había representado una verdadera amenaza. Hasta ahora. De repente, había ya una fecha plausible para que Jacobo, su madre, y su hermanito se mudaran a Los Ángeles con su papá. Estábamos alegres por ellos - las familias deben permanecer unidas. Pero nos quedaríamos sin baterista.
Todas estas canciones que escribíamos, las tocábamos en nuestras reuniones. Aunque no las habíamos grabado aún, la gente de IPV y MUNA las conocía. Si Jacobo se iba antes de que las grabáramos, estaríamos perdiendo valiosos arreglos madurados a lo largo de múltiples ministraciones en vivo. Pero, ¿cómo grabar a Jacobo tocando batería si los proyectos de grabación de estas canciones no estaban siquiera iniciados?
La mejor solución que se nos ocurrió fue comenzar a crear versiones rudimentarias de las canciones para usarlas como guía para grabar a Jacobo. Así que Aldo me grabó cantando el mayor número de canciones posible, acompañado sólo por una guitarra o un teclado. Usando eso como guía, estuvieron por semanas en el templo de MUNA, grabando a Jacobo en la batería hasta el momento de su partida.