Quizás suena más impresionante de lo que realmente era. En realidad, el Espíritu Santo habla con nosotros todo el tiempo. (Y aún cuando no habla, su silencio dice enormidades.) Él simplemente me llevó a organizar a algunos miembros de nuestra congregación en equipos de cinco. Y a estos equipos se les dieron instrucciones de ir a determinado lugar en determinada fecha a levantar un altar de adoración en secreto.
No había publicidad. No había convocatoria. No había mayor logística. El equipo simplemente se preparaba en oración, iba al lugar a orar y adorar, y regresaba.
A veces, el Espíritu Santo nos ponía en contacto con un pastor local; a veces no. A veces alguien nos invitaba a comer; a veces no. A veces sentíamos la emoción de estar sirviendo al Dios vivo; a veces no.
No siempre entendíamos lo que estábamos haciendo, o por qué lo estábamos haciendo. Francamente, no creo que entenderlo haya sido la finalidad. Aún los altares no eran un fin en sí mismos. Eran sólo parte de un plan maestro acerca del cual el Señor sólo nos estaba mostrando una pequeña porción. ¿Demostraríamos ser dignos de su confianza?
Hicimos eso por un par de años, quizás. Y luego el Señor nos movió a algo distinto. Siempre relacionado, pero distinto: cultos públicos.
Durante ciertas fechas, llevamos la iglesia a las calles. Literalmente, si entendemos que la iglesia no es el edificio, sino la gente. Definíamos la fecha y el lugar - un parque, una bocacalle, una cancha - y solicitábamos los respectivos permisos. Se preparaban los diferentes tipos de servidores - alabanza, ujieres, evangelismo, ministración, logística - así como el predicador designado.
En la fecha señalada, IPV no se congregaba en el templo, sino en la calle. Adorábamos al Señor con música y danza. Se predicaba el Evangelio del Reino de Dios. Se oraba por las necesidades de las personas. Y para aquellos que estaban listos para rendirle sus vidas a Cristo, había una piscina detrás del escenario donde los bautizábamos de inmediato.
En cada culto público, vimos cómo Dios se movió; transformando corazones y bendiciendo a muchos más.
Para este tiempo comenzó a brillar Nelson.
* * * * *
Había llegado a MUNA desde muy pequeño, con sus papás y sus hermanas - Wendy y Josseline. Estudiaba en Sunshine. Había querido aprender a tocar batería, pero fue más fácil conseguir una guitarra. Dispuesto a formarse como guitarrista, recibió unas pocas clases con Manuel. Tenía talento; eso no era problema. El problema era otro.
Nelson le huía a estar frente a un público. El simple hecho de hablar ante un puñado gente lo ponía nervioso. El corazón se aceleraba. La respiración aumentaba. Incrementaba la presión por aparentar que todo estaba bien. El nerviosismo mismo le hacía más difícil hablar con claridad, lo cual lo volvía más consciente de que estaba delante de una audiencia, y eso lo ponía más nervioso aún.
Para una reunión de viernes simplemente le dije que ese día tocaría la guitarra acústica durante el tiempo de alabanza. Desde entonces es parte del equipo.
Pero su amistad con Jacobo fue algo especial. Los dos eran igual de introvertidos, y se entendían a cabalidad. Pasaban mucho tiempo juntos. Creo que hasta la fecha nadie realmente ha presenciado una verdadera conversación entre ellos - tan reservados son ambos. Sin embargo, nadie podrá dudar de la pureza de su amistad.
* * * * *
Manuel comenzaba a inquietarse. Había avanzado tanto en su destreza musical y en su pericia como productor, que los proyectos de Honda & Piedra ya no eran un desafío. Le comisioné un disco mayormente acústico basado en el libro del Cantar de los cantares de Salomón. Su primer tarea tendría que ser sentarse a grabar demos de las muchas canciones que hermana Mirlen ya tenía basadas en dicho libro. Pero Manuel no lograba juntar el ánimo para iniciar.
Pensé que talvez podría ser falta de inspiración. Así que cuando el pastor garífuna Timoteo Norales vino pidiéndome si yo podía producirle un disco a su grupo de alabanza, se lo cedí a Manuel. Hablaron entre ellos y acordaron que Manuel viajaría a la costa para grabarlos durante algunos días. Una vez de regreso en casa, terminaría la producción.
Antes de que saliera, Pastora Abbie le dio una ofrenda para su viaje. Yo no sabía esto cuando Manuel llegó a despedirse y me hizo algunas preguntas extrañas sobre diezmos, primicias y ofrendas. Tristemente, cuando iba en el bus rumbo a la costa, le robaron el dinero.
Jacobo fue con él, y ambos eran conocidos por sólo comer la comida de sus madres. ¿Cómo sobrevivieron en la tierra del machuca, del pescado y del jiyú? No tengo la menor idea. Pero ni la dieta, ni el robo, ni las irregularidades de la electricidad, ni los mosquitos, pudieron sofocar su deleite entre los garífunas. Sin duda, Manuel regresó emocionado y conectado con la cultura garífuna. Rápidamente se puso a trabajar en el disco para ellos.
* * * * *
Hermana Emma sabía de mi intención de hacer un disco basado en el Cantar de los Cantares, pero miraba que no había avance. Nunca dada a quedarse de brazos cruzados a ver el tiempo pasar, le encargó al departamento de Comunicaciones que nos grabaran durante reuniones, ensayos y demás. Produjo así el único disco extraoficial de Honda & Piedra: Cantares.
No comments:
Post a Comment