Sunday, April 23, 2017

ADORAR ES... (parte 4)

Sabemos que debemos adorar exclusivamente al Señor, nuestro Dios. Jesús dijo que esta adoración necesita ser en espíritu y en verdad. Ése es el fondo. Y respecto al lugar, dijo que ya no sería ni en Jerusalén ni en un monte específico. Es decir, el lugar queda a discreción del adorador. Pero, ¿qué de la forma? 

Nuestro Dios es infinitamente creativo. Su Reino está lleno de diversidad inimaginable, y sin embargo, Él se relaciona con cada una de sus criaturas de manera particular. Con tanta sabiduría desplegada, sería absurdo pensar que hay una sola expresión de adoración aceptable.

Sé de una pareja mayor en El Progreso. Él fue criado en el Evangelio desde su infancia; ella conoció al Señor ya en su edad adulta. Hoy sirven a Dios como ancianos en su congregación. Es una iglesia muy conservadora; del tipo donde se canta sin instrumentos musicales. El tipo de iglesia que le da más importancia a la enseñanza de la Biblia y a vivir en santidad. El tipo de iglesia donde se toma en consideración el testimonio de una pareja y el de su familia antes de nombrarlos ancianos gobernantes.

Resulta que esta pareja crió ocho hijos. Ellos crecieron, se casaron y le dieron a sus padres un total de dieciocho nietos. Todos ellos han sido instruidos en el temor de Dios y el conocimiento de las Escrituras.

Emily fue una de esas nietas. Fue una hija obediente y bien portada. Leía mucho la Biblia y sirvió como maestra de escuela dominical desde muy joven. No había recibido ningún discipulado sobre adoración, pero Emily creció cantándole al Señor. Lo hacía de todo corazón, aunque no era parte de un "ministerio de alabanza". Formaba parte del coro de la iglesia que sus abuelos presidían (cantando himnos - no las alabanzas de moda), además del coro de la escuela cristiana en la que estudiaba. No ejecutaba ningún instrumento musical. No conocía los tecnicismos relacionados con la adoración, ni entendía mucho sobre lo que sucede en el ámbito espiritual cuando adoramos.

Entonces, la pregunta sería: ¿Adoraba? ¿Adoraban sus padres? ¿Sus abuelos?

Sería necio decir que no basado simplemente en preferencias musicales. Como le dijo el Señor al profeta Samuel: El Señor no mira lo que mira el hombre: El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón. (1 Samuel 16:7)

Muchos miraban en Emily un prospecto de líder para la iglesia a la que asistía con su familia. Pero ella había determinado desde niña que no se quedaría en esa congregación. Tenía el deseo de servir al Señor, pero sentía que ahí no podía hacerlo con la libertad que quería.

Algún tiempo después, hubo una reunión extraordinaria en el Salón Gerizim de MUNA. El Apóstol Byron Walters nos visitaba, y ese día llamó al frente a los integrantes de Honda & Piedra. Consciente de que el Espíritu Santo nos había dado una revelación especial en cuanto a la adoración, nos exhortó a que hiciéramos un compromiso solemne de impartirla a la siguiente generación.

Hermana Emma me pidió que yo presidiera la oración, lo cual hice con toda la dignidad del caso. Pero al Apóstol Byron no le pareció bien que yo orara en términos de "impartirle a nuestros hermanos". Para él era muy importante el tema de padres e hijos espirituales, así que pidió que se arreglara la oración en términos de "impartirle a nuestros HIJOS espirituales".

No recuerdo quién se ocupó de arreglar la oración. Sólo sé que no fui yo. Primero porque yo no me miraba como padre espiritual de nadie, pero sí como hermano de muchos. Y segundo, porque todavía estaba tratando de asimilar la noción de que mi oración pudiese haber estado "mala" y que necesitase ser "arreglada".

En cualquier caso, sé que había orado en la integridad de mi corazón. Si acaso la forma no había sido perfecta, creo que el fondo sí fue correcto. Supongo que puedo decir lo mismo de Emily. Aunque en ese tiempo ni siquiera nos conocíamos.

Wednesday, April 19, 2017

ADORAR ES... (parte 3)

En agricultura comúnmente se necesita un lugar seco donde guardar granos, semillas o forraje. Puede ser subterráneo, edificado a ras de suelo o suspendido sobre pilotes. Lo importante es proteger los granos de la humedad, de plagas y demás elementos que puedan echarlos a perder. El sistema de silos funciona de maravilla para preservar granos, pero resulta desastrosa para formar un ministerio de alabanza.

Muchos equipos de alabanza existen aislados del resto de la iglesia. Tienen sus ensayos aparte. Su servicio, aparte. Sus tiempo de oración, aparte. Sus estudios bíblicos, aparte. Además, se les enseña que han sido apartados para el ministerio, y que como tales, hay demandas que aplican a ellos, aunque no a los demás. La intención es buena, pero he visto demasiado mal fruto venir de esta metodología.

He visto muchachos que llegan al culto, dirigen la alabanza, y se salen del templo durante la prédica, sólo para regresar cuando les corresponde volver a tocar durante la ministración. He oído de músicos que tocan en la iglesia el domingo, y en bares los viernes. Aún otros, sacan a escondidas los instrumentos del templo para ir a tocar al antro. He visto divas y divos que actúan como si sostuviesen a la iglesia en un dedo, porque genuinamente creen que ellos - y sólo ellos - son los responsables de traer el cielo a la tierra. Y he visto una infinidad de chicos con talento musical que dedican más tiempo a perfeccionar su técnica que a santificar su alma. La mayoría de todos ellos no llegan lejos. Tristemente, la culpa no es tanto de ellos como de la subcultura que se promueve en una iglesia con falta de revelación espiritual.

Hay pastores que no saben mucho de música. Eso no es ningún crimen. Perfectamente pueden enlistar a alguien con temor de Dios que sí tenga un llamado a servir en la música. Pero no es una excusa para entregarle su autoridad divina a músicos sin temor de Dios. Lamentablemente, muchos pastores lo hacen. Algunos hasta toleran las malacrianzas de su equipo de alabanza, porque creen que la iglesia se hundiría sin músicos.

El sumo sacerdote Elí cometió ese error. Sus hijos eran hombres impíos, y no tenían conocimiento del Señor. Aún así, eran sacerdotes, y Elí no los estorbó en su ministerio. Los hijos de Elí tomaban ilícitamente de las ofrendas, eran agresivos con los servidores, y se acostaban con las muchachas que servían en el santuario. (1 Samuel 2) En breve, se comportaban como estrellas de rock. Y eso es exactamente lo que sucede cuando a los equipos de alabanza se les trata como el mundo trata a sus estrellas de rock.

Dios se quejó contra Israel a través del profeta Amós, diciendo: Quita de mí el bullicio de tus canciones, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos. Más bien, corra el juicio como las aguas y la justicia como arroyo permanente. (Amós 5:23-24) Este pueblo tenía cultos y asambleas; hacían sacrificios y daban ofrendas; cantaban y entonaban alabanzas... Pero Dios no quería nada de eso. Porque no había ni justicia ni juicio.

Jesús relacionó justicia con su propia ascensión al Padre, y juicio con que el diablo había sido juzgado. (Juan 16:10-11) Justicia tiene que ver con levantar lo que está deprimido; juicio tiene que ver con bajar todo lo que está encumbrado. Cuando David tumbó al gigante Goliat, derribó la supremacía de los filisteos (juicio), y llevó la cabeza de Goliat como trofeo para celebrar la liberación de los israelitas (justicia).

La justicia y el juicio se viven en medio de la comunidad. (No hay excepción para los ministros de alabanza.) A veces eso se vive como todos los demás de la comunidad. Aseando el templo, asistiendo al discipulado, o llegando temprano al culto aun cuando no nos toca servir. A veces se vive haciendo uso de los talentos particulares. Sí, dirigiendo la alabanza es una de las formas más comunes. Pero hay más. Enseñándole a otro a tocar un instrumento. Entonando cánticos de liberación junto al lecho de un hermano enfermo. Adorando al Señor en lugares espiritualmente desiertos.

Hace algún tiempo, había un hermano de la congregación que estaba muy deprimido. La depresión lo tenía aislado, atado, y sin esperanza. El Espíritu Santo me instó a visitarlo. Luego de platicar un rato (uno no sabe qué decir en momentos así), comenzamos a orar. Tomando mi guitarra, adoramos al Señor con cántico. El Espíritu Santo fue mucho más elocuente que yo cuando me llevó al Salmo 42 y - creo yo - cantó a través de mí, una oración de esperanza para mi hermano.
¿Por qué te abates, oh alma mía?
¿Por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Él es mi Dios y mi Salvación.
Oh, Dios mío, mi alma está abatida;
Me acordaré, por tanto, de ti
Desde la tierra del Jordán,
Desde los montes de Hermón y de Mizar.
Un abismo llama a otro
A la voz de tus cascadas;
Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
Pero de día mandarás misericordia,
Y por la noche tu canción estará conmigo,
Es mi oración al Dios de mi vida.

La experiencia fue muy significativa, tanto para él como para mí. Me ayudó a entender que puedo colaborar con Dios en hacer justicia, aun cuando no tengo una respuesta al problema que está delante de mí. El verdadero amor no florece en un laboratorio estéril, sino más bien en el sucio desorden de la vida cotidiana. Entre el gozo y el quebranto; entre la desesperanza y la fe.

Los ministros de alabanza crecen más saludables cuando tienen vida comunal con sus semejantes. No como príncipes que salieron del palacio para deleitar al pueblo, sino como semejantes. O mejor aún, como siervos. En el mundo, los grandes se enseñorean sobre los demás; pero en el reino de Dios, el más grande es el que sirve a los demás.

Cuando el sistema de medición del mundo se infiltra en el ministerio de alabanza, no lo llaman "egoísmo" o "vanagloria" o "soberbia". Lo llaman "excelencia". Y bajo la bandera de la "excelencia" se cometen muchas injusticias - atropellando al pequeño, al inexperto, y al sencillo. Así, pues, todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. (Eclesiastés 4:4) ¿Significa que debemos ser mediocres en nuestro ministerio? ¡De ninguna manera! Pero la excelencia que debemos darle al Señor es la que Él pide y busca; la que lo engrandece a Él, no a nosotros mismos.

Antes de mirar una ofrenda, el Señor evalúa el corazón del oferente. Cuando Abel le trajo de los primogénitos de sus ovejas, el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda. Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. (Génesis 4:4-5) Jesús elogió la ofrenda de dos monedas de una viuda pobre por sobre el mucho dinero que daban los ricos, porque ella había dado con sacrificio, mientras que los ricos dieron de lo que les sobraba. (Marcos 12:41-44)

El Señor pesa nuestro corazón, y ese peso es el que determina el valor de nuestra adoración.

Wednesday, April 12, 2017

ADORAR ES... (parte 2)

¿Cuánto de lo que la iglesia hace fue realmente comisionado por el Espíritu Santo? De todo lo que hacemos como ministros de alabanza, ¿qué es nacido de Dios, qué es nacido de la carne, y qué es simplemente importado del mundo con total indiferencia respecto a su origen? Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. (Juan 3:6)

Martín tenía 5 años cuando llegó a MUNA con su familia. Ya había evidenciado don musical sacando la melodía de una canción en un teclado que su papá le compró cuando era un bebé apenas. Entre los 7 y 8 años recibió clases con un par de maestros, pero no fue sino hasta que lo tomó Aldo (entonces un jovencito) que se desarrolló un poco más en el teclado. Entre la edad de 9 y 13, recibió enseñanzas casuales de teclado y tuvo presentaciones casuales en la iglesia. Era un muchacho prometedor e inspiraba en otros el deseo de ayudarle a mejorar. ¡Hasta yo le di clases musicales básicas en en mis días de descarrío!

Además de la música, Martín tenía otra pasión: el fútbol. Ya estaba haciendo contactos para entrar en las reservas del Club Deportivo Marathón. Pero el día que llegaría el representante del Club a hablar con su papá y fichar a Martín resultó ser también el último día para hacer examen de audición en la Escuela de Música Victoriano López. No sólo eso, sino que la Victoriano no aceptaba estudiantes mayores de 13 años, así que ese día sería su última oportunidad de entrar. "¿Quieres ser músico o futbolista?", le preguntó su madre.

Ese año fue determinante para el desarrollo ministerial de Martín. Entró a la Victoriano a estudiar viola. Tuvo su primera participación en Talents. Y comenzó a ministrar la alabanza formalmente como tecladista de IPV Lima Centro, bajo el Pastor Remo Bardales. Su anhelo ferviente era honrar a Dios con su talento.

Pero en la Victoriano encontró un ambiente muy diferente al entorno cristiano en el que lo habían criado sus padres. No es que los cristianos mantengan a sus hijos en una burbuja. Sí, eso es algo que algunos padres hacen. Pero es más una cuestión del tipo de padres que son, sin importar su afiliación religiosa. Todo buen padre y toda buena madre se dará a la tarea de proteger a sus hijos de los agresores externos, desfasando su rol progresivamente hasta entregar a sus hijos a su destino como miembros productivos de la sociedad. Una mujer puede ser atea, pero si está convencida del daño que produce el tabaco, le enseñará a sus hijos que fumar es dañino.

Antropológicamente hablando, debo admitir que la música - como expresión cultural de la humanidad - es buena. Pero como hijo de Dios estoy consciente de que no todo nace de la misma fuente. El Apóstol Pablo escibió: Porque la intención de la carne es muerte, pero la intención del Espíritu es vida y paz. Pues la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede. Así que los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (Romanos 8:6-8)

Hay gente que, considerándose seguidora de Jesús, escucha cualquier y todo tipo de música. Ése es asunto suyo y de su consciencia. Yo no puedo. Mi consciencia no me lo permite. Si mi meta en esta vida es glorificar al Señor más y más, ¿por qué habría de dar rienda suelta a los impulsos que producen enemistad con Dios? Si mi fin es alcanzar vida eterna, ¿por qué habría de participar de algo cuya intención es muerte? Todo me es permitido, pero no todo conviene. Todo me es permitido, pero no todo edifica. (1 Corintios 10:23)

En la Victoriano, Martín conoció el mundo exterior. Y había de todo. Comenzó a oír de todo tipo de música; explorando aquí y allá. Lo que inició como curiosidad llegó a absorberlo, al punto de alterar su motivación para estudiar música. Mientras tanto, la rigurosa demanda técnica de la escuela y su constante exigencia personal asfixiaban poco a poco su sensibilidad espiritual. Cuando adorar al Señor dejó de ser prioridad, se retiró del ministerio de alabanza de la iglesia.

Martín creció musicalmente. Pero secretamente, tenía miedo. Miedo de que Dios lo castigara por no cumplir su propósito. Miedo de decepcionar a sus padres, que lo habían formado para que fuera ejemplar, dentro y fuera de la iglesia. Por eso, si la iglesia lo invitaba a tocar en algún especial, siempre accedía.

En la Victoriano, todas las promesas de violista estaban puestas sobre él. Promesas de salir becado al extranjero y tocar en diferentes orquestas; de sobresalir como músico exitoso y de muy buen nivel. Hasta que un día, jugando con un amigo, tuvo un pequeño accidente.

Parecía insignificante al principio, en realidad. Pero pronto no podía mover su brazo derecho. Junto con su brazo se paralizaron las aspiraciones del "músico promesa". Todo suspendido en un instante.

Thursday, April 6, 2017

ADORAR ES... (parte 1)

No hablo hebreo.

No hablo griego.

No hablo arameo, ni caldeo, ni ninguno de los idiomas en que se haya escrito la Biblia. Tampoco he tenido en mis manos los rollos del Mar Muerto, ni el original frente a mis ojos. El original. Tantos doctores de la ley hablan de EL ORIGINAL como si se tratase de un objeto que sólo ellos y sus compadres han visto. Y tantos de sus discípulos disputan sobre quién tiene en su colección personal la traducción más apegada al hebreo.

A veces me pregunto si olvidan que Dios no es hebreo. Ni griego. Ni arameo. Porque si nuestra salvación dependiese del dominio de esos idiomas, ¡estaríamos fritos!

Habemos quienes no somos escribas, pero que encontramos en las Escrituras una apreciada sombra que nos ayuda a conocer mejor a nuestro Señor, a quien amamos entrañablemente. ¿Qué hacemos cuando tenemos dudas sobre el significado de un vocablo, una frase, o un pasaje? Recursos hay.

Habiendo estudiado algunas publicaciones sobre alabanza y adoración, podríamos decir que ya manejaba yo lo básico requerido para dirigir un pequeño ministerio de alabanza. Pero el Espíritu Santo, mi curiosidad, y el deleite de aprender me guiaron a hacer algunos estudios propios.

Hay un libro monstruoso - de esos que infunden pesadillas a los lectores haraganes - llamado Concordancia Strong. Tiene 1,536 páginas y pesa casi cinco libras. No es una novela; es un libro de referencia. Es el tipo de libro al que puede acudir alguien como yo y buscar una palabra, como quien busca en un diccionario. Alguien como yo podría buscar, por ejemplo, la palabra ADORAR, y encontraría una lista de cada versículo bíblico que contiene la palabra ADORAR y sus derivados. ¡Es realmente formidable!

Y alguien como yo descubriría que la manera en que se usa ADORAR en la Biblia es muy diferente a la manera en que se usa en la vida cristiana del siglo XXI. Hoy, la gente dice ADORAR cuando está en un culto, cantando canciones lentas y profundamente emotivas. Pero puedo asegurarte que eso no era lo que Abraham tenía en mente cuando le dijo a sus siervos:
—Esperen aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a ustedes.

En definitiva, alguien como yo acabaría entendiendo que cuando la BIBLIA habla de adorar está hablando, en primera instancia, de postrarse. De rodillas, rostro al suelo, voluntariamente sometido ante el Dios Todopoderoso. En segundo lugar, se entiende como un postrarse del corazón. Una vida vivida metafóricamente de rodillas, rostro al suelo, voluntariamente sometida ante el Dios Todopoderoso.

En la Biblia, la adoración no es una actividad restringida a los cantores y músicos del ministerio de alabanza. Ni siquiera necesita música. Cuando Abraham dijo que iría con Isaac al monte a adorar, no estaba diciendo que irían con arpas y flautas a cantar canciones lentas y emotivas. Estaba diciendo que irían a postrarse ante el Señor. Levantarían un altar y ofrecerían un sacrificio.

Si entendemos eso, entonces podemos aceptar que la adoración es una actividad para todos. Y que cuando Jesús dijo que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, no estaba refiriéndose a los ministros de alabanza en sí, sino a todos los hijos de Dios.

Ahora, la iglesia evangélica tiene su cultura, y el ministerio de alabanza tiene su subcultura. Eso es comprensible. Si la congregación se dirige carnalmente, la cultura es carnal. Las cosas se hacen por esfuerzo humano - con "carros y caballos", para usar una figura bíblica. Pastorea el que fue al seminario teológico. Dirige la alabanza el que canta mejor. Toca teclado el que fue a la academia de música. Y el que aporta más finanzas tiene mayor acceso al liderazgo.

Pero cuando una congregación se dirige espiritualmente, la cultura es espiritual. El Espíritu Santo elige al liderazgo. Como cuando el Espíritu Santo dijo: “Apártenme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado” (Hechos 13:2). El Espíritu Santo dice qué se debe predicar a la iglesia. El Espíritu Santo guía en toda decisión y actividad, pues Él es Señor.

Posiblemente la mayor diferencia entre una congregación espiritual y una carnal radica en qué tanto escuchan al Espíritu Santo. Los que atienden fielmente Su voz, llevan mucho fruto. Los que menosprecian al Espíritu Santo, son infructíferos. Cuando el Rey David trajo el arca del pacto de Dios al Monte Sión, danzó frenéticamente delante del Señor. Su esposa Mical lo menospreció por hacerlo: —¡Cómo se ha cubierto de honra hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy ante los ojos de las criadas de sus servidores, como se descubriría sin decoro un cualquiera!

David pasó a la historia como el más grande rey de Israel, mas Mical no tuvo hijos hasta el día de su muerte.

Tengo la dicha de haber sido injertado en una congregación espiritual. Cuando yo me aparté en los noventas, MUNA siguió adorando. En cuanto a lo musical, el Espíritu Santo los llevó por mucho movimientos enriquecedores. La unción del vino. El cantar en lenguas. El cántico nuevo congregacional. Cuando regresé en el dos mil, vine a ser una rama más en la enramada que el Espíritu Santo estaba edificando.

Sí, tenía mucho que aprender, pero también tenía mucho que aportar. Pero éste es el misterio: Tenía mucho que aportar, no porque fuese músico, sino por ser un hijo de Dios. Todo el que entiende esto está más cerca de ser uno de los adoradores en Espíritu y en verdad que el Padre busca que le adoren.

Pero cuando comencé a compartir esta luz que estaba recibiendo, no fue de inmediato bien recibida por la subcultura de ministerio de alabanza. Para aquellos que edificaban carnalmente, parecía que yo estaba diciendo que lo que a ellos los hacía sentir especiales, en realidad lo podía hacer cualquiera.