Thursday, February 23, 2017

HONDA & PIEDRA (parte 3)

Roger Castillo vino a ser el encargado de audio y video en Comunicaciones, y se convirtió en mi cómplice en muchos proyectos. Experimentamos haciendo caricaturas en PowerPoint y cortos grabados en VHS con los jóvenes de la iglesia como actores. Los primeros resultados eran patéticos, pero estábamos aprendiendo. El público era nuestra familia congregacional, y su benevolencia nos animaba a seguir intentándolo.

La primera vez que implementamos un guión fue para una adaptación moderna de la historia bíblica de Jacob y Esaú, protagonizada por José Popoff - un hermano multitalentoso que importamos de La Ceiba - y mi hermano Oscar. El tema instrumental del corto aparecía en torno a la reconciliación entre los hermano Jacob y Esaú, pero estaba secretamente inspirado en mi anhelo por una mejor relación con mi propio hermano. La titulé Hermano Mío.

Pude producir esa pieza musical cuando MUNA compró un nuevo teclado Roland XP-30. Era similar al que usé para la producción perdida del disco de Mirlen Ramos, así que sabía de lo que era capaz el instrumento. Pero ahora no contaba con un secuenciador externo. Me encontré una versión gratuita del programa de producción de audio ProTools, y lo instalé en la computadora de Comunicaciones.

Descubrí que la edición en computadora es mucho más fácil que en un secuenciador tradicional. Mi tendencia era hacia los sintetizadores y la música electrónica, y el sistema me permitía trabajar de manera más intuitiva con los dieciséis canales MIDI del teclado. Aún así, fue mucho aprendizaje y bastante trabajo. Por mi cuenta acabé programando una colección de dieciséis composiciones - la instrumental más quince cantadas.

No todas las piezas cantadas nacieron espontáneamente durante mis tiempos privados de adoración. Algunas fueron encargos especiales.

En aquellos días, MUNA hacía un evento anual llamado Encuentro Profético. Cada año reunía ministros proféticos en una ciudad diferente de Honduras para impartirle a la iglesia y al espíritu de la ciudad. El evento tenía un tema central, en torno a una porción bíblica, y Hermana Emma me comisionaba el canto lema del Encuentro. Así escribí Oh, Si Rompieses los Cielos para el Encuentro Profético de San Pedro Sula (2001), y Ensancha para el de La Ceiba (2002). También me tomé la tarea de crear cantos para los eventos que ya habían pasado - los que sucedieron mientras yo andaba lejos - y que no tuvieron un canto. Entonces compuse En el Lugar (correspondiente a Comayagua, 1998) y ¡Despierta, Despierta! (correspondiente a San Pedro Sula, 2000).

Hice las partes instrumental, hasta donde pude llegar a solas. Pero sabía que no había terminado. Faltaba la efervescencia de las relaciones interpersonales. La tensión dinámica que aparece cuando entra en escena otro ser humano. El conflicto de voces divergentes, resuelto en dulce armonía.

Como estaba produciendo varias de las canciones que cantábamos con Iona en Honda & Piedra, era lógico que ella y yo grabaríamos las voces principales. Pero también invité a participar a los miembros de los otros equipos. Ellos aportaron lo que yo no podía hacer por mí mismo - ya fuesen sus voces únicas o su manera de ejecutar un instrumento.

Concluí la producción justo a tiempo para presentarla en el Encuentro Profético de La Ceiba. Fue un un casete de edición limitada bajo mi nombre titulado Ensancha.

Pero Hermana Emma se emocionó con el proyecto y tuvo una idea. Unió a varios de los cantores y músicos de los tres grupos de alabanza para hacer un sólo equipo coreográfico. COREOGRÁFICO. O sea que bailamos. Al son de la pista. ¡Fue horrible!

Es curioso lo que sucede cuando sufres acompañado - asumiendo que sobrevives. La camaradería que se forja supera la vergüenza. Y descubrí que el gozo de colaborar con otros era muchísimo mayor que el de tener una obra a mi nombre personal.

Cuando regresé de La Ceiba, hice un segundo tiraje de Ensancha. Esta vez llevé las mezclas a un estudio local para pulir el sonido final. Y lo publiqué en CD, como una obra de Honda & Piedra.

Thursday, February 16, 2017

HONDA & PIEDRA (parte 2)

Conozco a Iona y a sus hermanas desde que éramos niños. Crecimos en el mismo vecindario. Fuimos a la misma escuela. Su madre y la mía están juntas desde los inicios de MUNA. Durante mi niñez, jamás imaginé que Iona se casaría con mi hermano. O que Hermana Iona, su madre, jugaría un papel tan relevante en mi entrenamiento del fluir corporativo en el círculo de oración aquel. O que Iona sería una verdadera hermana en los primeros avances de mi música eclesial.

Los otros grupos tenían cantores suficientes y músicos para cada instrumento. Nosotros éramos dos.

Pero Iona tenía, además de la capacidad de tocar cualquier instrumento que desee, la voz de una doncella llamando desde el otro lado del lago. ¿Y yo? Yo tocaba sólo pasablemente varios instrumentos y cantaba con un registro demasiado grave para el gusto general de la época. Pero tenía un catálogo creciente de canciones inéditas. Y picazón.

No era que menospreciara la música que sonaba en la radio evangélica. Más bien era que no lograba identificarme con ella. Pero las canciones que escribía en secreto llenaban mi corazón, y estaban a punto de rebalsar en público. Algunas de esas canciones habían nacido en el círculo de oración, con Iona haciéndole de partera.

Así que, aunque éramos pequeños e inexpertos, nos enfrentamos al desafío cual David corriendo al gigante. Iona tomó el bajo y yo el teclado. Ambos cantábamos, haciendo cánones o armonizando el uno las melodías del otro. Nuestro repertorio estaba conformado por mis canciones y algunas de las alabanzas que sonaban en nuestras casas cuando éramos niños - principalmente de la serie neo-clásica "Quiero Alabarte" de Maranatha.

Son muchos los cantautores cristianos que no se atreven a presentar sus canciones a la iglesia. El argumento suele ser que la gente no puede cantar las canciones si no las conocen. A lo que yo respondo: para cada canción que sí conocen, hubo una primera vez. No hay ninguna regla que obligue a que esa primera vez tenga que haber sido en la radio. Preséntales tú la canción.

¿Pero qué si mi canción no es suficientemente buena? Si nació de la obra del Espíritu Santo en tu corazón, es suficientemente buena para Dios. Talvez no quepa en el formato congregacional, pero eso no significa que sea mala en sí. Además, la manera de mejorar en tu arte es practicar más y más.

¿Pero qué si mi canción no les gusta? Sólo hay una manera de saberlo. Además, si tu canción es nacida del Espíritu y tienes buenas relaciones personales con los miembros de tu congregación, lo más probable es que resonará con ellos también.

Finalmente, si el Señor y tus pastores te han confiado la tarea de dirigir al pueblo en adoración corporativa, tienes la responsabilidad de seguir las instrucciones del Espíritu Santo. Aun cuando eso signifique exponer tu fragilidad.

Así, Iona y yo rehusamos presentarnos a la batalla con una armadura que no sabíamos usar. Preferimos hacerlo con lo nuestro, por muy sencillo que fuera. Por eso bauticé nuestro dúo con el nombre de "Honda & Piedra". No pretendíamos ser una súper-banda, pero servíamos al Señor sinceramente y de todo corazón.

Friday, February 10, 2017

HONDA & PIEDRA (parte 1)

Cualquier habitación puede ser un estudio de grabación, si realmente lo deseas. Con algunas cortinas y edredones, el cuarto de abajo de la casa de Rigo y Mamá se convirtió precisamente en el lugar donde mi tío Rafa instalaría su computadora, su programa Cubase, y algunos cables y micrófonos, para grabar el primer disco de Mirlen Ramos - Anunciadora de Sion. Era un tiempo emocionante. Pero extrañamente, para mí tenía un sabor agridulce.

Meses atrás - cuando yo aún andaba en el mundo - Hermana Emma me había comisionado este proyecto a mí. Me había entregado 2 casetes de 90 minutos repletos de las alabanzas inéditas de Mirlen. Tras días de escuchar la Palabra de Dios cantada por Mirlen con su guitarra, seleccioné doce cantos y programé la instrumentación con mis teclados y secuenciador. Ya estábamos ensayando al coro para iniciar grabación de voces cuando unos ladrones entraron a mi casa en San Pedro Sula. Se robaron todo mi equipo de producción, y con ello, las pistas del disco de Mirlen.

Anunciadora perseveró, pero en una versión más acústica - como seguramente debió ser desde el inicio. Entró mi tío como el nuevo productor, y tomó a Aldo como su asistente. Yo ya no estuve tan involucrado. Aparte de grabar un coro aquí y dar una idea allá, mi aporte fue casi nulo. Lo que me lleva a creer que cuando queremos darle al Señor un servicio verdaderamente santificado, primeramente tienen que ser santificados los corazones.

Providencialmente, el incidente del robo de mi equipo sirvió para que yo me volviera al Señor. Hoy, casi diecisiete años después, sigo caminando con Cristo y planeo hacerlo por toda la eternidad. Así que yo salí ganando, en realidad.

Una vez integrado a la nueva vida en Cristo, Hermana Emma me asignó a ser parte del ministerio de alabanza de MUNA. Fue el tiempo en que el Espíritu Santo me estaba enseñando a fluir en adoración, canto e instrumento; primero en privado, luego en el pequeño círculo de oración. Ahora estaba ministrando con mis hermanos en la gran congregación.

A veces tocaba teclado, a veces guitarra. Para ser más exacto, a veces tocaba sintetizadores, a veces guitarra eléctrica. Para beneficio de los que no saben de estos tecnicismos, permítanme explicar:

Tanto el piano como el sintetizador usan un teclado - las teclas blancas y negras que todos identificamos. Pero el piano es un instrumento acústico (en realidad tiene dos arpas adentro); mientras que el sintetizador es un instrumento electrónico que produce su sonido a base de impulsos eléctricos cruzando osciladores, filtros y demás. Y aunque un teclado moderno mezcla elementos de ambos, se usan técnicas diferentes según el tipo de sonido.

Entre 1988 y 1995, la compañía japonesa Korg produjo su popular teclado M1 (posteriormente remplazándolo con el 01/W). Las nuevas tecnologías suelen implementarse por efecto de cascada; de los países desarrollados a los países en vías de desarrollo, del medio secular a la iglesia. Entonces, la presencia de estos teclados se hace sentir en las producciones de música cristiana en Latinoamérica para cuando en otros círculos ya han pasado de moda. Para cuando yo regresé a la iglesia en el siglo 21, el sonido de piano eléctrico del Korg era toda la furia. (Piensa Renuévame, de Marcos Witt; o No Basta, de Juan Carlos Alvarado.) Aldo se había formado como pianista, y esta ola de música le sentaba bien. Pero yo me había formado escuchando synth pop (música pop creada con sintetizadores) y rock progresivo (sobre todo aquél que usaba muchos sintetizadores).

Mi hermano, Oscar, regresó al camino del Señor poco después de mí y también se integró pronto al ministerio de alabanza. Él se había formado como guitarrista eléctrico, pero por alguna razón que hasta el día de hoy no me revela, dejó la eléctrica por una guitarra acústica. Talvez la acústica le parecía más cristiana. O quizás la eléctrica le sacaba su lado violento. O puede ser que la guitarra eléctrica aún no era plenamente aceptada en la música cristiana latinoamericana. (Al menos no con distorsión.) Fuese cual fuese la razón, el hecho es que cuando íbamos a tocar todos juntos había un mejor pianista que yo en Aldo (que prefería tocar piano), y un mejor guitarrista que yo en Oscar (que prefería tocar guitarra acústica). Además había una mejor cantante que yo en Mirlen, y ella dirigía la alabanza.

Todo esto llevaba a que yo tenía opciones. Podía tocar segundo teclado (usando sintetizadores) o segunda guitarra (usando la eléctrica) o aun hacer voces de fondo (cantando al unísono, o armonías, o contrapuntos). Yo estaba perfectamente contento con permanecer en el fondo, aportando de corazón en los espacios desocupados. Pero entonces, Hermana Emma decidió hacer tres grupos. El primero estaría compuesto por Hermana Mirlen y sus hijos. El segundo, por los jóvenes de la iglesia, dirigidos por Oscar. El tercero seríamos sólo Iona Villalobos y yo.

Thursday, February 2, 2017

DE REGRESO A CASA (parte 4)

Mirlen nació cantando y con oídos abierto. A la edad de cinco años, observaba atentamente cómo su abuelo lideraba su grupo musical con voz y guitarra. Luego lo emulaba - a pesar de que el instrumento era para diestros y ella es zurda - cantando de acuerdo a la nota que se escuchaba a sí misma tocar. No sabía el nombre de los acordes que hacía; sólo sabía que se escuchaba bien. Desde que estaba en primer grado de la escuela, la ponían a dirigir el himno nacional y siempre obtuvo notas sobresalientes en canto.

Muchos años después, Mirlen se encontró con cuatro hijos pequeños, separada de su esposo, y con un futuro incierto. Temprano de un día domingo, el Señor le dijo que se arrepintiera, que lo buscara, y que lo adorara.
- "¿Dónde vamos, Mami?", preguntaron sus hijos mientras ella los vestía.
- "Hoy vamos a la iglesia."
- "¿A cuál iglesia, Mami?"

Cuando se subieron al bus, Mirlen aún no sabía a qué iglesia iba. Cursaron la calle que lleva hasta el centro de la ciudad, cruzando el puente sobre el Río Chamelecón. Unas cuadras adelante, el Espíritu Santo le dijo que se bajara. Mirlen se bajó con su marimba: Aldo, Carmen, Michelle y Josué. De pie en la acera y sin saber a dónde ir, oyó alabanzas no muy lejos.

Volteando en esa dirección, vio a un niño jugando. Resulta que era su vecinito.
- "¿Qué estás haciendo en la calle?", preguntó.
- "Mis papás están ahí arriba, alabando al Señor", respondió, señalando a una casita de dos plantas.
- "Yo creo que es aquí donde el Señor me trae", pensó Mirlen.

Al subir, encontraron una pequeña congregación alabando el nombre del Señor. Jiménez dirigía la alabanza; yo le acompañaba con un teclado casi de juguete. En la parte de atrás del salón hallaron una banquita. Parecía puesta especialmente para ellos, porque cabían los cinco. Mirlen se sentó con sus pequeños. Ese día se arrepintió de sus pecados y se entregó al Señor. Lloró todo el domingo. Lloró toda la semana. Y se dijo a sí misma, "De aquí nadie me saca".

Un día de la semana, Jiménez llegó a la reunión de oración. No había nadie más que Mirlen y sus hijos, y se habían puesto a alabar al Señor con la guitarra de la iglesia. Mirlen pensó que Jiménez la regañaría, pero lejos de eso, se le unió en el canto. Él después le reportaría a la pastora general - Hermana Emma - de la señora nueva, que tocaba la guitarra y que cantaba bien.

El domingo, Hermana Emma fue hasta atrás, donde estaba Mirlen sentada con sus hijos. Llevándola de la mano para el frente, le dio una guitarra para que tocara con los músicos. Mirlen afinó la guitarra en medio del cántico, encontró la nota, y comenzó a acompañarnos.

Yo estaba formando un grupo de alabanza para MUNA, y Hermana Emma dio la instrucción de que Mirlen se incorporara. El Señor había manifestado que la usaría mucho en la alabanza, en el cántico nuevo, y en la unción profética. Y aunque quizás me triplicaba la edad, se sometió en toda humildad.

Mirlen cuenta que sucedieron algunas cosas que, francamente, no recuerdo. Talvez mi memoria se ha vuelto selectiva porque me apena que sean ciertas. Por ejemplo, ella dice que yo le llamaba la atención después de que dirigía la alabanza:
- ¿Por qué cantó esa canción que habla del amor si estábamos cantando del Espíritu Santo?
- Es que van por la misma nota...
- ¡Pues, no! Quiero que vaya y saque una lista de todas las alabanzas que hablan del Espíritu Santo y cómo combinarlas.

Sea cual sea el caso, Mirlen dice que aprendió bastante. Hoy por hoy, admiro el catálogo musical que Mirlen lleva en su mente y en su corazón. Es como una rocola de alabanzas andante, con una capacidad de análisis musical que supera a Pandora y Spotify. Y si hoy le pides que comience a cantar canciones al Espíritu Santo, vete a casa y regresa mañana; que todavía estará cantando.

Yo me aparté del Señor en mi adolescencia. Me fui de la iglesia, de casa de Mamá, y eventualmente del norte de Honduras para Tegucigalpa a estudiar.

Durante la década de mi vagancia, hubo muchos cambios en el ministerio de alabanza en MUNA, pero la alabanza nunca faltó. Muchos líderes rotaron - a veces Mirlen, a veces otro - pero Mirlen permaneció sujeta. Muchos integrantes entraron y salieron, pero Mirlen permaneció constante. Y con ella, su hijo mayor - Aldo - que aún era un niño.

Mientras tanto, el Señor se manifestaba poderosamente y Mirlen se desarrollaba en la alabanza, en el cántico nuevo, y en la unción profética. Y a medida que Mirlen crecía en liderazgo, Aldo aprendía a tocar el piano.

Por años Mirlen oró fervientemente para que yo volviera a ocupar el vacío que había dejado. Cuando finalmente regresé a casa, me recibió con el gozo más efusivo, desinteresado y sincero que se haya visto por estos lados.