Thursday, July 20, 2017

SEMBRANDO SEMILLAS (parte 4)

Todos somos artistas. Algunos pintando paisajes; otros pintando casas. Unos cocinando platillos deliciosos en la cocina; otros cocinando soluciones químicas en el laboratorio. Éstos trazando la trayectoria exacta del balón para que llegue a la meta; aquellos trazando la trayectoria exacta del equipo de ventas para que llegue a la meta. Artistas todos.

Fuimos creados por el Creador. A Su imagen y conforme a Su semejanza. El gran Diseñador nos diseñó, dándonos a cada uno la capacidad de manifestar un aspecto de Su grandeza. Nos creó para que seamos como Él: artistas creativos. Estamos llenos de potencial.

Trágicamente, es muchísima la gente que nunca alcanza ni un atisbo del diseño de Dios para ellos, y se lleva todo el potencial a la tumba. Intacto. Habiendo vivido sin entender su propósito, uno no puede más que preguntarse si en realidad vivieron.

Pero otros sí descubren su dieño. Algunos lo encuentran tarde en la vida, después de muchos intentos y fracasos. Son pocos los afortunados que lo encuentran temprano. Pero sea tarde o sea temprano, lo importante es que lo encuentren. entendiendo esto: Que encontrar nuestro diseño creativo no es un evento, sino una expedición.

Esto más, tu diseño es tan único, y tan particular es tu propósito, que nadie más que Dios mismo puede revelártelo. Como un padre de familia repartiendo regalos a sus hijos, según la aptitud que ha visto en cada uno, así Dios Padre ha derramado una diversidad de operaciones entre todas sus criaturas. Nadie conoce mejor que Él con qué finalidad te dio lo que te dio, y cuál es el arte que espera de ti.

Hay gente que asume que mi propósito es ser un líder de alabanza, porque ven que escribo canciones y grabó CDs y dirijo la alabanza en mi iglesia local. A algunos les gusta usar una etiqueta más contemporánea: salmista. Pero ése no es mi propósito. Es parte de lo que hago, pero no es en sí mi propósito. De hecho, estoy rodeado de gente que hace eso tanto mejor que yo, que tarde o temprano acabarán remplazándome - si es que ése es el propósito con el cual el Padre los llamó. Y eso no me intimida en lo más mínimo, porque conozco el arte que el Padre está esperando de mí.

El pintor nació con la aptitud para la pintura, pero no nació pintando. Tuvo que aprender a tomar el crayón. A hacer garabatos. A hacer figuras. Colores y texturas. Luz y sombra. Composición y balance. Practicando, exponiendo, y retroalimentando; poco a poco, su cuerpo de arte comienza a tomar forma. Y seguirá incrementando - si es persistente - hasta el día que muera.

Gran parte de mi arte tiene que ver con propiciar una cultura de arte que glorifique al Señor. Crear un espacio - espiritual, social, y físico - donde otros hallen los agentes, los medios y los recursos para encontrar su propósito, identificar su diseño, y producir su arte. Todo para la gloria de Dios. Ésa era la motivación detrás de cantar nuestras alabanzas inéditas en la iglesia y grabar los CDs de Honda & Piedra. Detrás de las obras, los cortometrajes, y las presentaciones de fin de año en IPV. Detrás de Talents For The Lord y el proyecto JETRO. Parte fundamental de mi peregrinación en esta tierra es levantarle al Señor una generación de adoradores en espíritu y en verdad, que hagan lo que nosotros hacemos – pero mejor.

Cuando finalmente llegamos a producir el CD basado en el Cantar de los Cantares, lo hicimos en el formato de una obra musical. Es decir, la música fue compuesta, arreglada y producida de manera que pudiese llevarse al escenario - con actores, bailarines, orquesta en vivo, y demás. En mi mente, la historia de amor campesino recibe un tratamiento catracho, y se presenta como un ballet folklórico hondureño. Lo titulé Salgamos al Campo. Fue producido por Aldo, quien demostró una sensibilidad sinfónica que no le conocía. Para la portada, colaboré con mi hija, Hansi. Aunque era una niña apenás, había mostrado interés en el arte del collage, y era un medio que se prestaba para la sensibilidad artesanal que buscaba para redondear el concepto pastoril.

Con la intención de comenzar a formar a la siguiente generación - es decir, a los que vienen después de los jóvenes que ya estaban siendo entrenados - el siguiente año produjimos un CD con niños. No un disco para niños; no un disco infantil con cancioncitas tipo kinder. Sino canciones escritas completa o parcialmente por nuestros niños, o escritas para niños por sus madre o maestra bíblica. Entre otros compositores, grabamos canciones de Hansi e Ian Rodríguez (dos de mis hijos), Yahir Zelaya (hijo de Aldo), Benjamín Bardales (hijo de Pastor Remo), y Faddy Ramírez (hermano de Angie). Tomando prestada una línea del Salmo 8, lo titulé De la Boca de los Niños.

No sabía entonces que sería el último CD que grabaría como Honda & Piedra.

Todos aquellos niños crecerían a formar parte del futuro movimiento de adoración y de artes que saldría de IPV. Curiosamente, aunque el concepto de Salgamos al Campo ha estado siempre claro, a la fecha en que escribo esto, todavía no ha llegado el momento de llevarla al escenario. Creo que es como una semilla que fue sembrada, pero aún está esperando las condiciones idóneas para brotar. Quizás, está esperando que aquellos niños crezcan un poco más. Sólo un poquito más...

Thursday, July 13, 2017

SEMBRANDO SEMILLAS (parte 3)

Años atrás, en ocasiones distintas, conocí a dos líderes garífunas. A veces me parece que todavía no logro entender la profundidad de las conversaciones que tuvimos.

La primera se dio mientra estudiaba arquitectura en la capital. Como proyecto grupal en la clase de diseño, el catedrático nos había asignado rediseñar el parque central de Tegucigalpa. La etapa de investigación inicial requería que entrevistásemos a todos los grupos que podrían tener alguna inherencia en el diseño final - desde la asociación de lustrabotas hasta las oficinas de gobierno. Entre las tareas que nos distribuimos, a mí me correspondería entrevistar al presidente de la Organización de Desarrollo Étnico Comunitario (ODECO), Céleo Álvarez Casildo. Tan fácil fue la entrevista, y tan casual la conversación, que no me daba cuenta de cuán influyente era este hombre en su medio. Lo que claramente recuerdo es su lamento de que el garífuna había dejado de manufacturar, para dedicarse a vender achinerías. Su comprensión de lo que constituye una cultura era mucho más amplia y profunda que la mía.

Casi una década más tarde, MUNA sirvió de anfitrión para el seminario de sanidad interior que una iglesia americana trajo para pastores y líderes del norte de Honduras. Yo trabajaba en el departamento de Comunicaciones en esos días, y me tocó traducir el material de enseñanza, del inglés al español. Varios de los participantes eran garífunas, provenientes de Tela, La Ceiba, y los alrededores. El más anciano de ellos resultó ser un maestro que, junto con otros, estaba traduciendo la Biblia al garífuna. Ya tenían el Nuevo Testamento traducido e impreso, y estaban avanzando con el Antiguo. Hasta la fecha, es el único traductor bíblico que he conocido.

Estos dos hombres amban a su pueblo. Pero representan dos maneras muy diferentes de manifestar ese amor. El primero quería preservar las raíces de su cultura. El segundo prefería ofrecerlas a los pies de Cristo. No me corresponde a mí juzgar quién - si alguno - estaba en lo correcto. Pero quizás haya otra manera de entenderlo.

Después de cenar en Sangrelaya, entramos al templo, donde el culto ya había avanzado: oración, alabanza, ofrenda. El edificio era un simple rectángulo con paredes de madera, forradas sólo por fuera. El techo de lámina de zinc era soportado por tijeras simples de madera. No había cielo falso. Unos pocos focos colgaban de las tijeras, su potencial de iluminación restringido por la capacidad de la planta eléctrica. El auditorio estaba amueblado con toda suerte de bancas y sillas, ocupadas casi en pleno por los visitantes de comunidades cercanas que habían venido para el seminario, además de los fieles locales. Alguien nos abrió paso, habilitando lugares donde nos sentáramos a escuchar lo que restaba del mensaje.

Los músicos tomaron su lugar en el escenario mientras el predicador cerraba con una oración. Tras darnos formalmente la bienvenida, los hermanos comenzaron a entonar cantos al Señor. Ahora, cuando la iglesia garífuna canta, lo hace con el abandono de un coro pre-escolar. Es un canto que a veces parece grito, a veces arrullo. Pero todos, desde el más pequeño hasta el más grande, elevan su voz. Y todos, desde el más pequeño hasta el más grande, bailan. Con su leve vaivén de las caderas y de los hombros, hacen que parezca fácil. Pero es algo que los ladinos con dos pies derechos no podemos emular. Como testigo de la alabanza de aquella iglesia, tengo que admitir que era completamente cristiana, y a la vez completamente garífuna.

El resto de nuestra estadía en Sangrelaya fue igualmente emocionante, y una bendición de principio a fin - tanto para nosotros los misioneros, como para los hermanos garífunas. Desde ese viaje, quedamos conectados. En los años siguientes, nosotros haríamos más misiones a Sangrelaya, y ellos vendrían a participar en nuestros eventos especiales. (A veces, Pastor Timoteo traería hasta una docena de hermanos, amontonados en la paila del pick-up de Erasmo.)

Fue en una de tales visitas que Pastor Timoteo me preguntó si podía ayudarle a su equipo de alabanza a grabar su CD. Ya habían grabado un primer CD, pero él no había quedado muy complacido, pues el productor había hecho algo muy moderno, según su propio estilo, y no según el sonido propio de los hermanos garífuna. Cuando le presenté la opción de que Manuel se lo produjera, lo hice sin garantías o compromisos de mi parte. Después de todo, Manuel realmente había hecho sentir su estilo propio cuando nos produjo Jesucristo Es Rey.

Entonces comencé a notar algo más. Para Despega y La Era de Ornán, Manuel se había rehusado a co-producir canciones con el resto del equipo de producción. Había tomado unas cuantas canciones y las había producido de principio a fin. Al final, pues, no sonaban a Honda & Piedra, sino a Manuel Martínez. Y cualquiera que escuchara objetivamente tendría que aceptar que resaltaban con una mejor calidad de sonido. En breve, Manuel se estaba profesionalizando.

Esto vino de la mano con oportunidades de trabajar por pago, y Manuel las tomó. En muchos sentidos, era algo bueno. Pero como su pastor, me preocupaba. Nuestras conversaciones evidenciaban que él no estaba conforme con el nivel técnico de sus compañeros de ministerio de alabanza. Después de todo, él se esforzaba tanto. Y entendí por qué Manuel le había dado tantas largas a producir el CD basado en el Cantar de los Cantares.

En mi deseo de presentarle a Manuel una nota de cautela, escribí el guión para un cortometraje que él produciría para nuestra cena de fin de año. Esta cena es una ocasión especial en la cual aprovechamos a explorar nuevos talentos para el deleite de toda la familia IPV. El guión estaba basado en la historia de Sansón - el juez de Israel con fuerza sobrehumana que acaba arruinado cuando menosprecia el hecho de que su fuerza viene del Señor. En nuestra versión moderna, Sansón es un muchacho cristiano con enorme potencial musical que, seducido por Dalila y el prospecto de protagonismo, acaba tocando en un estanco.

Manuel produjo el cortometraje. Lo dirigió. Lo protagonizó. Lo editó. Lo musicalizó. Quedó todo muy bien hecho. Sin duda, todo lo que aprendió le sirvió después, cuando dejó el ministerio de alabanza y tomó algunos trabajos produciendo para el reality show de un canal de televisión nacional.

Friday, July 7, 2017

SEMBRANDO SEMILLAS (parte 2)

Nuestra relación con la comunidad garífuna se inició por una confusión divina. Obviamente, cuando el Señor está en el asunto, las confusiones no son accidentales, sino intencionales.

Era un día cualquiera cuando recibí una llamada del hermano Luis Vargas. Era amigo de mis papás de muchos años, y uno de sus enlaces ministeriales en La Ceiba. El hermano Luis había sido abordado por el presidente de la recién formada Asociación de Pastores Garífuna, el pastor Timoteo Norales. Él quería que alguien le impartiera a los pastores garífuna sobre el tema de guerra espiritual. El hermano Luis había remitido el mensaje a hermana Emma, pero ella le había sugerido que mejor hablara conmigo, porque yo "siempre había querido ir a la Moskitia". El hermano Luis me dio el número del pastor Timoteo y me dejó a la tarea.

Así que un día cualquiera me encontré organizando un seminario sobre un tema que no dominaba, con un pastor que no conocía, para ser impartido en un lugar que no era la Moskitia, a un grupo étnico acerca del cual sólo sabía lo poco que logré captarle a la profesora Edenia de Delgado en sus clases de Historia de Honduras (a las cuales, francamente, presté poca atención). Por si fuera poco, el lugar era remoto y la asociación no tenía presupuesto, así que nosotros tendríamos que cubrir no sólo nuestros gastos de traslado, sino además llevar víveres para nuestra alimentación y la de los convidados al seminario. Y combustible para el pipante.

MUNA siempre ha tenido un fuerte impulso misionero a las naciones, así que IPV recibió con gozo la noticia de que estábamos organizando una misión para servir a los pastores garífuna en la aldea de Sangrelaya, departamento de Colón. Todos los de corazón correcto eran candidatos para ir. Tras un tiempo de orar, presupuestar y gestionar, finalmente teníamos al equipo, el programa y material de enseñanza, los vehículos, los víveres, y las ganas. Muchas ganas.

Salimos temprano de La Lima, pasando por Tela y parando en La Ceiba para desayunar. De ahí nos hicimos a Tocoa, donde esperamos en el parque la llegada del pastor Timoteo. Para mi sorpresa, lo acompañaba Erasmo Arriola. Erasmo era también conocido de mis papás de años, y compañero de algunas labores ministeriales. Resulta que Erasmo vivía en Sangrelaya. Él y Timoteo eran el dúo dinámico de la comunidad cristiana garifuna en el norte de Honduras. (Al menos así llegué a verlos yo.)

De Tocoa continuamos hasta Bonito Oriental, donde se acabó la carretera pavimentada. De ahí en adelante viajamos por una tortuoso carretera de tierra, llena de hoyos por las recientes lluvias que nos obligaban a avanzar a veces a sólo diez kilómetros por hora. Las lluvias también habían llenado ciertos cruces, así que Erasmo nos guió a través de una densa selva de palma africana, por senderos improvisados y vados. Fue entonces que tuve una inquietud. Le pregunté al hermano Marvin, padre de Ana Raquel y mi copiloto en esta mision:
     - ¿Cuando nos toque regresar, te acordarás por dónde andamos?
     - ¡Para nada!
     - ¿Qué tanto sabemos de esta gente?
     - No mucho.
     - ¿Será así como comienzan esas tragedias que salen en primera plana del periódico?: Grupo de misioneros secuestrado en la jungla.

Gracias a Dios, pronto retomamos la carretera y llegamos a Iriona. Ahí dejamos los vehículos en el estacionamiento (entiéndase solar valdío) de un hotel (entiéndase hospedaje y bar), y abordamos el pipante. Un pipante es una canoa de madera, larga y angosta. El nuestro tenía adaptado un motor de lancha.

Abordé y me hice hacia la última fila, junto a una señora garífuna grande. Mi equipo misionero, todos campeños, gritaban nerviosos con el mecer del pipante cada vez que alguien abordaba. Mi vecina garífuna procuraba calmarlos con su voz grave: "Tranquilos. Si Jesús va en la barca, la barca no se hunde". (Esa frase se quedaría conmigo mucho tiempo, y años después sería la inspiración del coro de la canción Yupi.)

Era de noche ya cuando zarpamos. El pipante abrió su surco en la densa oscuridad. Tenía uno que ubicarse por el oído, más que por los ojos. Adelante: el bullicio asombrado de los misioneros, ahogado por el aire que cortábamos. Atrás: el ruido del motor. Debajo: las aguas de la laguna larga y estrecha que nos llevaría a Sangrelaya. A uno y otro lado, con dificultad lograba verse la silueta de los árboles que flanqueaban la laguna, pues no hay servicio público de electricidad en esta zona. Pero si uno miraba arriba, veía el cielo más estrellado jamás visto. Imponente. Majestuoso. Obra del Creador supremo.

Llegamos a Sangrelaya sin aviso. Sin luces que alumbraran el pequeño muelle, había que bajarse a tientas. Y bajar las maletas. Y las provisiones. Para luego seguir a un guía que era el único que tenía un foco de mano - aunque no lo mantenía prendido, sino que lo usaba sólo para mostrarnos algún obstáculo en el camino. Poco se imaginaba él que para estos extranjeros fuera de su elemento, el simple hecho de caminar por calles de arena en plena penumbra era ya un obstáculo en sí mismo.

Pastor Timoteo nos llevó hasta un complejo donde estaba el templo y algunas casas. Un generador brindaba electricidad, lo suficiente para la iluminación y el equipo de sonido. El culto ya había comenzado, pero quería que cenáramos antes de incorporarnos. Después de todo, habíamos salido de casa hacía doce horas.

Entramos a una casas, tenuemente iluminada por un bombillo. A mí me asignaron la cabecera de la mesa de comedor; Marvin se sentó a mi mano derecha. Los demás se sentaron donde pudieron. Cuando trajeron el primer plato de comida, se lo dieron a Marvin, pues estaba más cerca de la puerta. Pero cuando vio la pezuña de gallina, saliendo de entre el arroz y los frijoles, engarrotada como en el afiche de una película de terror, me lo cedió apresuradamente. No supuso que todos los platos tendrían el mismo menú y la misma presentación. De todos modos, le he enseñado a mi grey lo que Jesús asímismo nos enseñó: En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les pongan delante. (Lucas 10:8) Así que todos nos comimos toda la comida. O al menos eso fue lo que alcancé a ver.